Pearl Harbor

136 10 55
                                    

Base Naval de Pearl Harbor, Hawái.

7 de diciembre, 1941.

La mañana apenas estaba iniciando y la actividad era bastante reducida. Sólo se encontraban activos los encargados de la vigilancia del lugar, el cual estaba reforzado por la llegada de varios altos mandos del ejército junto a uno de los hijos del presidente Roosevelt. El oficial de mayor rango hablaba con el representante de la Casa Blanca mientras caminaban en el puerto, inspeccionando los acorazados y portaaviones.

—Es la primera vez que viene a esta base, ¿no es así, Mr. Roosevelt? —preguntó el uniformado.

—Así es. Debo admitir que estoy totalmente impresionado, general.

Thomas admiraba la capacidad naval de su país, creyendo que estaban a punto de lograr ser la potencia de ultramar si es que no habían llegado ya superar a Reino Unido.

—General, ¿me podría describir algunos de los que están en puerto?

—¡Por supuesto! Son mis hermosos bebés. —Señaló los acorazados —. ¿Ve esos que están ahí? Arizona, Oklahoma, West Virginia y California.

Thomas soltó un silbido de admiración y después una risa.

—¿Por qué todos son nombres de estados?

—¿Qué podemos decir, Mr. Roosevelt? Somos bastantes patrióticos.

Un ensordecedor silencio invadió el lugar, moviéndose nada más que las aves que huían despavoridas del lugar llamando la atención de Thomas. Después, todo estalló ante sus ojos.

Tanto Thomas como el general vieron con asombro cómo uno de los acorazados había explotado frente a ellos, sorprendiéndolos de forma angustiante. Dos, tres explosiones seguían consecutivamente sin saber qué sucedía. La onda expansiva los tiró al piso y estaba bastante nublado por el polvo que levantaba esas ondas.

Una cuarta quinta explosión se dio demasiado cerca a ellos, generando una estela de polvo que cubría todo, lanzando a los hombres varios metros de donde estaban, cayendo inconscientes al piso producto tanto de la caída como del golpe de la onda expansiva.

El caos se había apoderado en el lugar. Explosiones, gritos, las alarmas del puerto y disparos se mezclaban en un aturdimiento infernal. Al cabo de unos segundos, Thomas y el general reaccionaron, bastantes adoloridos y con varias heridas en sus cuerpos.

A Thomas en especial le costaba levantarse, cada vez que intentaba un gran dolor le invadía la cabeza y perdía el equilibrio. Se llevó una mano a su oreja izquierda percatándose de que estaba sangrando desde adentro. Veía cómo el general a duras penas logró pararse y lo ayudaba. Por el movimiento de sus labios sabía que estaba gritando, pero no escuchaba más que un molesto pitido dentro de su cabeza.

Al levantarse, salieron corriendo lo más posible del puerto para evitar otro ataque, mientras sintieron que varios aviones pasaron justo encima de sus cabezas y alzaron sus miradas para verlos. El general los reconoció y soltó un grito adolorido de rabia.

—¡MALDITOS JAPOS!

—¡MALDITOS JAPOS!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
De la A a la Z - Saga del Reich IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora