Fuego

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Si le pudiera preguntar a cualquiera que se encontraba en el frente oriental, diría que los cielos siempre estaban en un tono gris bastante deprimente

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Si le pudiera preguntar a cualquiera que se encontraba en el frente oriental, diría que los cielos siempre estaban en un tono gris bastante deprimente. El olor de la pólvora y el humo invadían sus rostros mientras avanzaban en sus recorridos por defender en invadir, principalmente lo último. Era como entrar a las puertas del infierno, donde rogaban para ser victoriosos y llegar siquiera al limbo.

Ludwig estaba encima de un panzer IV*, miraba la zona que tenían frente a ellos a través de unos binoculares: era una zona boscosa de difícil acceso, además de ser semi pantanosa, lo podía reconocer por ese húmedo olor que emitía los pantanos. No tenían opción y ya lo había consultado previamente con los otros generales: tenían que atacar desde donde se encontraban.

Los espías también le habían informado que un grupo de soldados del ejército rojo* se encontraban en esa zona planeando atacarlos, ya que poseían la ventaja de que conocían mejor el terreno. Tenían que atacar primero para poseer la ventaja de la sorpresa. Ludwig golpeó duramente su escotilla con su puño un par de veces, de ahí salió un soldado y lo miró.

—Preparen para atacar. —El soldado asintió y entró el tanque sin cerrar la escotilla para ordenar a sus subordinados. Ludwig volvió a gritar la orden, esperando que todos los soldados lo escucharan.

—¡PREPARENSE PARA ATACAR!

Todos se alistaron y esperaron la orden. Cuando todos los preparativos estaban listos, los soldados estaban en posición dispuestos a disparar los cañones en cualquier segundo. Al llegar el momento todo se había paralizado, el silencio en el lugar era sepulcral, como si la muerte hubiera invadido esos terrenos. El cielo, que estaba nublado, tenía un presentimiento de que algo horrible estaba a punto de ocurrir, los pájaros no cantaban y el viento no soplaba.

Parecía una zona muerta.

Ludwig estaba en silencio, analizando la situación, si es que había algo que razonar. Estaban en una guerra y siempre traía consecuencias fatales. Sabía perfectamente que su alma estaba manchada de sangre y que al final podría terminar en el mismísimo infierno, pero creía que si lograba ganar podía generar un mundo donde Sieglinde podía vivir en paz, encontraría a Alec y a Sarah y vivirían juntos en un campo de flores.

Quería creer eso y se aferraba a esa utopía.

Cerró los ojos y llenó sus pulmones de aire antes de abrir sus labios dando inicio al sangriento día de ira al que había asistido muchas veces, pero al que jamás se había acostumbrado.

—¡FUEGO!

—¡FUEGO!

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De la A a la Z - Saga del Reich IIWhere stories live. Discover now