Oscuridad

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La casa de modas Tousaint se encontraba insólitamente cerrado a pleno día, sus dueños Pierre y Luciana decidieron hacerlo para poder recibir a invitados especiales con la gran noticia detrás de ellos.

—¡No puedo creer que te vas a casar, Sieglinde! —expresó Luciana con gran alegría.

—Yo tampoco me lo creo... —Sieglinde soltó una risa después de decir eso, tenía que mantener su apariencia de prometida emocionada —. Y quiero que estén ahí en mi boda.

—¡Claro que sí, querida! Además, tenemos que ver cómo nuestro vestido luce en las principales revistas de moda. —La emoción de Pierre era evidente tanto por la boda como la gran fama que tendría el vestido en las principales revistas.

Atrás de ellos quienes iban camino al salón de telas, lo seguían André. Desde que se comprometieron, el Duce había bajado a su hijo parte de la carga laboral para que pudiera asegurar el matrimonio con Sieglinde. Consideraba que esa alianza era más importante que el trabajo que estaba haciendo en Roma en el ministerio de interior. Podía delegar a cualquier otra persona para realizarlo, en cambio, André se encargaría de tantear el terreno para las relaciones diplomáticas.

Al llegar al salón, Pierre comenzó a bajar distintas telas de color blanco. Se encontraba de distintas tonalidades, mates, perladas y de terciopelo, dignas del vestido de novias de una princesa. André sonrió al ver esas telas, pues eran las que tanto él como su hermano había preseleccionado para que la decisión final lo tomara Sieglinde.

La mujer alemana pensó lo mismo, el hecho de que Pierre hubiera sacado de una las telas y ver a André sonreír le dio la sospecha de que todo estaba arreglado. Agradecía internamente de que había una gran variedad para elegir. Sieglinde, al ver que tanto Luciana como André se retiraron para escoger las telas del traje del italiano, agarró a Pierre de la muñeca y susurró.

—Necesito un favor importante, pero prométeme que no le vas a contar a absolutamente nadie.

El francés quedó curioso con la pregunta, pero asintió asegurando su promesa.

—Dime qué necesitas, Sigi.

—Necesito comunicarme con urgencia al duque Lancaster.

—¿Cedric?

Sieglinde asintió con la cabeza al ver que André se estaba acercando.

Como si hubiera sido una premonición, el duque británico había entrado a la casa de modas de Pierre con las llaves que él mismo le había dado. No lo había visto en días y tampoco contestaba sus llamadas de lo ocupado que estaba. Con toda la situación de la guerra le desesperaba que Sieglinde rompiera su promesa y algún día lo terminara enviando a un campo de concentración, pues sabía que París estaba a manos de los alemanes y Cedric entraba a la ciudad con papeles falsos.

—Pierre, ¿dónde estás?

—Estoy adentro de la sala de costura. —Escuchar su voz lo alivió. Corrió hacia a la puerta de la sala y respiró fuertemente antes de entrar.

—Espero que tomes responsabilidad por tus a...

Su cara se tornó pálida al encontrarse con los invitados de su amado. Pierre estaba mostrando unos diseños de vestidos a Sieglinde.

—¡Cedric! ¡Me alegro de que estés aquí! —El francés lo miró con una gran sonrisa en el rostro. En cambio, la de Cedric reflejaba sorpresa, miedo y consternación.

—Si, pero creo que no fue el mejor momento para venir. Atiende a tus invitados, de todas formas, estaré en Francia un par de semanas. —Miró a la alemana —Me gustaría hablar con usted un momento. ¿Podemos salir, Sra. Hitler?

De la A a la Z - Saga del Reich IIWhere stories live. Discover now