Histeria

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Thomas quedó helado al escuchar esas palabras de Sarah, ¿en verdad había hablado sobre exterminio? Era una completa locura. Dos golpes de la puerta resonaron en la habitación, Sarah se aferró instintivamente a Thomas del brazo, ¿eran los alemanes?, ¿vendrían por ella?, ¿eran aliados?, ¿enemigos?

Al escuchar a un hombre de acento texano al otro lado de la puerta preguntando por Thomas, el rubio sonrió y le agarró delicadamente la mano.

—No te preocupes, es un escolta.

Daisy abrió la puerta permitiendo entrar al hombre, tenía unos treinta y tantos años y era bastante alto. Se acercó a Thomas y sacó de su bolsillo interno del blazer un sobre entregándolo. Thomas miró con detenimiento la carta y después al escolta, intentando que respondiera la pregunta que hacía con la mirada.

—Acabó de llegar.

—Muchas gracias. Puedes retirarte por ahora, te necesitaré más tarde.

Cuando el escolta se retiró, Thomas se levantó dejando a Sarah extrañada en la silla. Se acercó a su compatriota y le mostró una media sonrisa.

—Tengo que leer esto urgente, me retiro un momento a la sala.

El rubio se retiró del lugar ante las miradas de Sarah y Daisy. Cuando entró a la sala, la cerró con seguro impidiendo que alguien lograra entrar y miró el sobre que tenía dos sellos postales el primero era rojo, de la feria de primavera de Leipzig, y la segunda era un retrato de perfil de Hitler, en azul. Ambos tenían la misma descripción del lugar de origen: Imperio alemán.

Thomas confirmó que sus datos estaban en el sobre y agarró el corta cartas que se encontraba en la mesa, rasgando el sobre y sacando el papel que se encontraba dentro de la misma.

Al desdoblarlo se sentó en el sofá mientras leía el contenido de la carta.

Mi amado, mi vida entera

Mi sol, mi rubio de cabellos de trigo, mi alma, mi mar en calma. Bendita sea la hora en el que te conocí, donde en medio del invierno las aves cantaron para mí. Mi mar, mi agua, mi vida, mis azules oscuros como las profundidades del océano. Estoy encantada de saber sobre ti y que todo está bien.

Este irracional conflicto acabará pronto, añorando cada día estar rodeada de tus brazos. Alec y Ludwig siempre me envían sus saludos y piden que lleguen a tus ojos.

Mi puerto, mi faro, lamento esta carta tan corta, pero estaba desesperada por poseer noticias tuyas.

Por siempre tuya,

—Sieglinde... —Thomas terminó de leer la carta, y lo único que indicaba era que todo estaba bien, ¿cómo era posible eso?

Sin duda esa carta había generado más preguntas que respuestas.

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De la A a la Z - Saga del Reich IIWhere stories live. Discover now