Numi

141 11 35
                                    

Las noches desérticas en África, contrario a lo que mucha gente creía, era bastante gélidas e incluso fatales si no se llevaba la ropa adecuada. Los soldados alemanes lo pasaban ligeramente mejor en ese horario ya que sus cuerpos estaban más acostumbrados a ese tipo de temperatura que al ardiente calor durante el día. Ludwig y Paul no eran la excepción. Aunque el de mayor rango pensaba en cómo saber la situación que estaba ocurriendo en Auschwitz para poder sacar a Alec, su inconsciente le pedía de vez en cuando que interactuara con los oficiales en sus momentos libres por el bien de su salud mental.

Ludwig miraba en silencio el fuego que ardía en la fogata, hermosa y resplandeciente, como el futuro que deseaba al finalizar la guerra. Al tiempo creía que era lastimera y dolorosa, ya que sus flamas se propagaban rápidamente en todo el mundo a causa del desastre causado por las luchas.

La guerra, Alec, Sieglinde, Sarah, su futuro como sucesor de Führer. Todo daba vueltas en la mente de Ludwig, quien sólo quería un poco de tranquilidad. Sólo podía seguir sentado, hipnotizado viendo cómo las llamas bailaban al son del viento y de la oscuridad.

Paul llegó y se sentó al lado de Ludwig, tenía una cantimplora en la mano y se lo llevó a sus labios tomando un poco de agua. Miró durante un momento el fuego y después a Ludwig.

—Comandante, ¿desea agua?

Ludwig negó con la cabeza mientras seguía mirando el fuego.

—Te he dicho que me llames por mi nombre cuando estemos a solas, Paul.

—Lo siento, han pasado años y no me he acostumbrado a llamarlo de esa manera, co... Ludwig.

—No te preocupes, no podemos acostumbrarnos a nada en esta guerra. Todo es tan irreal y estresante que no sé qué hacer.

—Tiene razón. Los extranjeros nos empujaron a una guerra que no queríamos, pero que tenemos que lucharla por el bien de nuestra patria y de nuestras familias.

Ludwig quedó en silencio ante las palabras de Paul, pero no le dio la razón negando de nuevo con la cabeza.

—No creo que hayan sido los extranjeros. —Apartó la vista del fuego y, por primera vez, miró a Paul —. Con todo lo que he sabido de esta guerra, con lo que han hecho con Alec, solo puede rondar una pregunta en mi cabeza. Por un segundo, Paul, ¿no crees que, en vez de los extranjeros, nosotros fuimos quienes provocamos esta guerra?

Ambos quedaron en silencio ante la fuerte hipótesis de Ludwig. Paul se sorprendió al escuchar eso, no podía creer en las palabras de su superior y amigo.

—La verdad ya no me interesa quien empezó —Ludwig siguió hablando —, pero necesito llegar a ser el Führer rápidamente o, por lo mínimo, estar en igualdad de poder para poder parar esta guerra y garantizar que mis hermanos puedan tener una vida tranquila. Tengo que hacerlo, pero no puedo solo. ¿Me apoyas en esto, Paul? No te preocupes, no te obligaré a hacerlo. Respetaré tú-

—Estaré a su lado hasta el último día de mi vida. Cuando juré lealtad no lo hice ante el Führer, sino a Alemania. —Paul respondió sin siquiera pensarlo.

Sacó su daga de dotación de las SS y, asegurándose de que Ludwig lo estuviera observando, agarró la empuñadura durante un par de segundos con mucha fuerza, antes de pasar con rapidez la hoja en la otra mano, cortándolo y provocando que saliera sangre. Sólo cuando Paul sintió el ardor en su mano emitió un pequeño grito.

—¡Imbécil! ¡¿Qué hiciste?! —Ludwig gritó a Paul mientras buscaba en sus bolsillos alguna venda, pero Paul agarró la mano de Ludwig, manchándola de sangre. Paul había sujetado la mano de Ludwig con la mano que se había cortado.

De la A a la Z - Saga del Reich IIWhere stories live. Discover now