Capítulo 24

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Ver a Ryle de una forma tan vulnerable me hacía pensar en cuántas más cosas pasan en su vida que se guarda y aguanta sólo. Él intimida a todos los guardias y sirvientas que existen en el castillo, lo sé porque cuando él pasa, las mucamas se ponen nerviosas y a los guardias se le corta la respiración. Aún así el fue incapaz de lanzar una flecha a un pájaro. Toda su indiferencia es una máscara para mostrar rigidez y orden, estabilidad mental quizás, una estabilidad que no tiene, que sus padres le han quitado siempre.

Me devolví a mi habitación de forma normal, solo me topé con unos guardias que estaban anteriormente advertidos por Ryle de que debían mantener mi presencia en total secreto, cuando me volví  ya era de noche, así que me fui a bañar para poder dormir. Algo que ha estado pasado es, que he dormido más horas, más que nunca, ahora llego a dormir hasta 6 horas seguidas, aunque aún no logro recostarme sobre la cama. Duermo en el suelo siempre y Abenia parece haberse cansado de preguntarme siempre por qué no uso la cama de la habitación.

Pasaron varios días, demasiados.
Hablé con Ryle a menudo sobre cualquier cosa, el ha evadido el tema del abrazo y todo lo que lloró y se desahogó aquel día. Y Lúa, almuerza cada día conmigo, me parece agradable y ha hecho que me sienta acompañada, más que nunca. He visto a Heigh un par de veces este último tiempo, pero no mucho más que las veces que pasa a saludarme y se va.

Antes del medio día esperé a Lúa para almorzar pero no llegó, Abenia no me trajo comida y Ryle tampoco. Me pregunté qué podría estar pasando e incluso pensé lo peor, pero todas mis sospechas y especulaciones se detuvieron cuando escuché unas trompetas que venían del jardín.

—Señoras y Señores. —un hombre con megáfono fue lo primero que vi cuando me  asomé por la ventana, estaba toda la familia real; la Reina Narine y el Rey Dargan, los dos hijos de puta, sentados uno junto al otro, y en ese momento sentí el odio emanar de mi alma como veneno, hay tantas, tantas razones para odiarlos, pero la única que vino a mi mente en el momento fue las lágrimas de Ryle y sus ojos, llenos de tristeza y vacío, de su corazón desgarrado frente a mí, y eso bastó para hacerme enrojecer de furia.

Alejé los recuerdos para seguir mirando la escena.

Junto a la reina estaba Heigh, intachable, peinado y con una expresión neutra, indescifrable, y junto al rey estaba él, Ryle. Solo con ver su cara se podía notar las pocas ganas que tenía de estar allí, su cabello oscuro despeinado y su mala  postura lo hacían lucir todo lo  opuesto a Heigh, y al verlos ahí juntos, entendí las constantes comparaciones que se hacían entre ellos.

Estaban todos en unos tronos que habían sobre un pedestal enorme. Y eso no era todo, un poco más lejos, pero no demasiado como para bajar del pedestal, en unos tronos ligeramente más pequeños, Lúa, sentada y con la cara pálida, un hombre que supongo ha de ser su padre por la corona que trae y su madre (pelirroja, al igual que Lúa) sentados junto a ella, y más abajo, de todos, en el pasto del jardín y en unas elegantes sillas, montones de personas sentadas, personas bien vestidas y arregladas.

—Recibamos devotamente—siguió el señor del megáfono— el anuncio que nuestros reyes deben hacer.— y entonces con una reverencia, bajó de la tarima y puedo jurar que vi a Ryle poner los ojos en blanco ante tal reverencia y a su madre reprocharlo, estúpida.

—Gracias, gracias. —el rey se paró de su trono y debí agudizar todos mis sentidos para poder escuchar bien ya que él no tenía megáfono como él hombre anterior. —Quiero informales, a todos ustedes, a mi querida élite— y entonces el rey guiñó un ojo tratando de parecer gracioso, no lo fue—la noche del próximo martes, realizaremos un baile formal, daremos a conocer un importante anuncio—Ryle suspiró, tenía la maní formada un puño y vi a Lúa temblar. —Estaremos muy felices de contar con la asistencia de cada uno de ustedes y algún acompañante que consideren prudente y digno para traer a este palacio. —Entonces él se sentó y las personas aplaudieron, humanos, un lugar lleno de humanos, de todas las edades, sin duda igual de víboras que los reyes.

Entonces, la reina se paró y comenzó a hablar.

—Ahora, queridos miembros de la élite real, quisiera seguir con otro anuncio. —la reina tenía entre 40 y 50 años, tenía el cabello negro azabache y pensé que Ryle lo heredó de ella,  el cabello de él y Heigh no es tan oscuro como el de ella, aunque sus ojos sí son casi idénticos, digo casi porque la mirada de la reina Narine está llena de prejuicios y arrogancia. —Cómo verán, estamos contando con la presencia  unas personas muy especiales e importantes, los reyes de Francia, Eline y Adrien, y su muy hermosa y joven hija, Lúa. — la gente volvió a aplaudir y entonces vi a mi amiga, si es que así le puedo llamar, pálida frente a tantas personas, sus cabellos rojos recojidos uno en uno, dejando ver su rostro, ella es muy hermosa, me pregunté si Ryle piensa lo mismo. —Estarán por un tiempo, indeterminado con nosotros por temas que me temo, no serán revelados aún, así que espero que disfruten su honrosa compañía, eso sería todo, nos vemos el día martes queridos y estimadas, ¡feliz caza!— ¿Feliz caza? No entendí a qué quiso referirse. La reina se sentó y antes de que la gente dejara el lugar Ryle se paró caminando en la tarima a la vista de todos y abandonó el lugar. Su madre lanzó una mirada de desaprobación, su padre miró a Heigh y él sólo se encogió de hombros. Recién cuando todos se fueron, los reyes y reinas abandonaron el lugar también.

A las tres de la tarde llegó Abenia con mi almuerzo, más tarde que nunca y pude comer, cuando terminé tocaron mi puerta y vi a Lúa con su bandeja de comida frente a mí. Vestía lo mismo que la vi usar hace un rato por la ventana, un vestido verde esmeralda y su cabello recogido, se veía bonita y la palidez de su cara ya se había alejado.

—Hola.— me dijo sin el ánimo habitual y esperó a que yo la invitara a pasar, se sentó sobre la cama y me miró agotada.

—¡Thadea van a anunciar el matrimonio!— ya había pensado que ese podría ser el tan esperado y relevante anunció del rey, pero corrobarlo ahora lo hace sentir real.

—Oh, lo siento tanto. Sé que no es lo que quieres. —y me senté junto a ella, mientras almorzabamos.

—Y lo peor es que estaré sola, no tengo a nadie aquí, más que a ti, por supuesto. —al oír eso mi corazón se llenó, nadie me había considerado antes como alguien importante y me alegró tener a Lúa como mi amiga, si es que así puedo llamarle.—cómo me gustaría tenerte ahí para aguantarlo todo ¡Toda Inglaterra se fijará en mí, si tropiezo me verán y si hago una mueca rara también, estarán viendo mis movimientos esperando a que falle, me dirán que soy la proxima reina de este país!— y al decir eso, Lúa se puso las manos en la cabeza. —¿Yo? Reina de Inglaterra, claro que no. Jamás podría, soy demasiado torpe como para gobernar algo. Oh Dios pero debo hacerlo, ¿que diría papá si no lo hago? —la abracé y ella lo agradeció.

—También me gustaría estar ahí contigo Lúa, realmente quisiera apoyarte, pero a menos que tengas una máscara que cubra toda mi piel e identidad no podré, lo siento. —sé, que suena extraño lo mucho que apoyo a Lúa, pero ella me ha hecho sentir menos sola y, me ha demostrado que ella es parte de la excepción a los humanos malos.

Ella me miró unos segundos y se paró rápidamente.

—¡Eso es! —dijo pegando un salto.

—¿Qué?

—Le pediré a la reina que el baile organizado sea de máscaras, así podrás asistir.— la miseria se había ido de su rostro y fue reemplaza por esperanza.

—Era una broma, además por mi piel me reconocerían inmediatamente. No es buena idea.

—¡Claro que lo es! Tengo maquillajes para ayudarte con lo de la piel y mandaremos a hacer máscaras, a la reina le fascinará la idea. —y entonces su rostro se iluminó. —Porfavor di que sí.

—No lo sé yo...—¿Como podría decirle que no? Cuando el brillo de sus ojos había vuelto.

—Además piensa que no te haría nada de mal salir a cambiar e interactuar.

—Como sea, pero no creas que me emociona convivir con humanos. —y entonces ella me abrazó y salió corriendo.

—¿A dónde vas?

Pero fue muy tarde porque ella ya había abandonado el pasillo.

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