Capítulo 40

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—Esta es tu habitación.— me dijo Ezra de forma entusiasta.

—No me gusta. —le dije enojada y Feli de estarme quejando por algo —Está demasiado lejos de la de Lúa, tiene poca luz y no tiene balcón. —concluí —Es horrenda.

Él cerró los ojos y respiró de forma acelerada, me miró de arriba hacia abajo, aún llevo mi enorme capa desgastada y mis botines llenos de lodo y cenizas.

—Debes ser agradecida. —me respondió al cabo de unos segundos —Sé que no es fácil, pero te perdonaron la vida. —quise golpearlo, oh definitivamente quise estampar su maldita y estúpidamente linda cara contra la puerta.

—Ella iba a quemarme. —le dije hirviendo de ira. —Iba a quemarme al igual que a todas las otras brujas y me importa una mierda que para ti sea piadosa, para mí no es más que una perra loca.

Él me miró abatido y volvió a respirar, tratando de contenerse, volvió a hablar.

—La reina no es piadosa, sabemos que está loca, pero la aguantamos, así que por favor no la pongas de mal humor, porque se desquita con todos nosotros, eres linda, espero y seas inteligente también, porque de ser estúpida e imprudente nos arruinarías a todos.

Solo lo examiné y fingí estar contenta, si haré daño desde aquí dentro, necesito infiltrarme, parecerme, mezclarme, casi convertirme en una de ellos, para que todo esto sea creíble y la reina piense que soy una inocente bruja que la va a ayudar, debo fingir, para lograr salvar a todas las brujas que quedan vivas, debo comportarme como ella piensa y quiere que yo lo haga.

—Bien.— le dije despacio.

Él vaciló ante mí repentino cambio de humor, se rascó la nuca y me sonrió, esperando que yo le devolviera la sonrisa, así que de mala gana lo hice.

—Bien, traeré a Abenia para que te ayude a arreglar todo esto y te de las indicaciones de la reina.

—No. —le dije despacio.

—¿Qué?

—Abenia no. Traeme a cualquier otra marioneta de la reina, pero Abenia no.

Él dudó un instante, me examinó como si estuviera decidiendo si realmente vale la pena hacerme caso o cumplir un capricho, pero no lo es, no es un capricho, no quiero ver a Abenia, no quiero convivir con ella y no quiero que se acerque a Ryle porque los celos me devorarán.

—Bien... Supongo que está bien. —se encaminó hacia la puerta y antes de dejarme sola en la enorme habitación habló —Buscaré a otra sirvienta para que te ayude, pero que la reina no se entere.

—Gracias. —le dije rápidamente.

Me senté en un sillón que estaba reclinado en la esquina de la habitación y me fijé en el lugar en el que estaré por el próximo tiempo.

Las ventanas son más grandes, pero no hay balcón y la cama es del mismo tamaño, hay un closet enorme que se encuentra vacío  y unas repisas enormes que espero poder llenar con libros, pese al tamaño de los ventanales, la iluminación que llega es extremadamente reducida, lo que me hace sentir incómoda y aún más sola.

Cuando la puerta se abrió me paré de golpe y vi parada frente a mí a una niña, no debe tener más de 13 años y me pregunté por un momento qué hace trabajando a su edad, pero claro, bajo este reinado de mierda na sorprende, la reina es capaz de explotar y matar a quien se le dé la gana.

—Hola. —me saludó tímida alzando su mano.

Tiene la tez morena y es tan delgada como yo, sus ojos color almendra están llenos de inocencia  y temor, tanto, que por un momento sentí lastima por ella.

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