Despedida

104 16 5
                                    


—Te das cuenta de que estamos hablando de una vida, ¿verdad? —me daba la sensación de que el futuro heredero era visto más como objeto de poder que como persona—. Es un niño (o una niña) que deberá ser criado y educado. Apenas sé cómo dirigir mi vida, Kinn. ¿Qué te hace pensar que puedo dirigir la de mi hijo?

—Tendrás a Hesper a tu lado —respondió ella de manera tranquila—. Él ya ha sido padre una vez. Sabrá cómo ocuparse del bebé.

No quise recalcar que la primera vez el rey de los vampiros no lo había hecho demasiado bien. De hecho, según mi información, Hesper ni siquiera había sido capaz de abrazar a sus hijos antes de que Danira se los llevara lejos de él. No era el ejemplo ideal.

—De nada sirven las conjeturas ahora mismo —suspiré, cansada de hablar del tema—. Ni siquiera sabemos si funcionará. Danira era una bruja poderosa después de todo, ¿no? ¿Qué te hace pensar que esa maldición puede romperse?

El rostro de Kinn se ensombreció ligeramente y sus ojos se volvieron más oscuros, más serios.

—Porque si perdemos la esperanza, Kaiserin, lo perdemos todo.

Sus palabras permanecieron en mi mente durante mucho tiempo después de aquello. Y aquella noche, mientras disfrutaba de la compañía de Ámarok junto al fuego, me pregunté cuándo había comenzado a ser la esperanza de los vampiros. ¿Era así como pensaban todos? ¿Creían realmente que yo podría poner fin a la maldición de una bruja? ¿Por qué? ¿Simplemente porque era diferente al resto? Pero, ¿y si tenían razón?

Después de todo, lo que más me aterraba era haber nacido para convertirme en la reina de los vampiros, para dar a luz al heredero de Hesper. No tenía nada en su contra, era un amigo para mí, pero... No así. No, tenía que haber otra salida, tenía que haber otra razón para que yo fuera distinta.

Mi corazón comenzó a latir rápido en mi pecho y los latidos comenzaron a taponarme los oídos. Todo a mi alrededor dejó de existir. Las llamas de la chimenea danzaban ante mí como expertos bailarines en movimientos hipnóticos que poco a poco fueron aumentando su ritmo. No, no lo hacían ellas, lo estaba provocando yo. El fuego reaccionaba ante mí, ante mis emociones. Era esa parte de mí que siempre se dejaba llevar...

Silene.

Su voz resonó con tanta profundidad en mi mente que lo sentí hasta en lo más hondo de mi alma. Su cuerpo, pesado y caliente, tocó mi pierna en una suave pero consistente caricia, obligando a mi cuerpo a relajarse al instante.

—Tú calmas mi fuego.

La voz apenas salió de mis labios, pero fue suficiente para Ámarok. No habían sido pocas las veces que me había sumergido en una vorágine de malos pensamientos que me habían llevado hasta los denominados ataques de ansiedad: un término terrestre de un libro de psicología que había robado de la Tierra años atrás. El lobo había sido el primero en descubrir que el contacto físico de un ser querido era lo que me hacía regresar, lo que me anclaba de nuevo a la realidad, al presente. Y lo cierto era que si mis poderes reaccionaban ante mí, yo reaccionaba ante Ámarok.

¿Qué es lo que te perturba tanto? —me preguntó mientras me miraba fijamente a los ojos.

Mi mano se deslizó sobre su hocico antes de que me percatara de mis acciones. El lobo simplemente se inclinó ante mi caricia, obligándome a sentir el calor de su cuerpo a través de la palma de mi mano. Fue exactamente lo que necesitaba.

—Tengo miedo de haber creado demasiadas expectativas sobre los vampiros de este lugar —musité, notando todavía la rigidez de mis músculos—. Creo que esperan demasiado de mí.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now