Proposición

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Reina... Ni siquiera había aprendido a ser una buena vampira. ¿Cómo alguien iba a creer que yo pudiera desempeñar un cargo de tan suma importancia? Tenía que ser un error, un tremendo error...

—Lo lamento, Kaiserin —se disculpó Kinn.

—No es tu culpa —me humedecí los labios—. Pero tienes que entender que no... que yo no puedo...

—Eres una vampira, Kaiserin —sonrió tristemente—. Eso significa que tú también tienes responsabilidades para con tu especie.

—Pero nadie debería obligarme a hacer algo que no quiero. No así...

—Hesper no ha obligado a nadie hasta el momento. Pero suele ser muy... persuasivo. De una forma u otra, conseguirá lo que quiere. Tienes que entender que está desesperado. No podemos ir a una guerra ahora.

Una guerra. Nunca había tenido que vivir ninguna y no estaba dispuesta a provocar una. Pero tampoco estaba dispuesta a perder mi vida, a renunciar a mis aspiraciones. Tenía que haber otro camino, siempre lo había.

Kinn se marchó de mi habitación asegurándome que estaría en la suya por si necesitaba cualquier cosa. Se lo agradecí. Ámarok no había dicho nada desde que la vampira había comenzado a contar la historia. Ni siquiera cuando me tumbé en la cama mirando al techo, desolada. Un problema tras otro... Yo también tenía que estar maldita, no había otra explicación posible.

¿Te encuentras bien? —me preguntó el lobo.

"Bien". Sí, podría decir que me encontraba bien, pero sería mentira. Además, no estaba acostumbrada a tratar de clasificar mis sentimientos. Solo había tratado de aprender para aconsejar a Ámarok sobre los suyos propios. Ahora necesitaba saber qué sentía y cómo aliviarlo. O, al menos, sobrellevarlo.

—Creo que pospondré la visita a Hesper, por el momento —dije.

Ámarok mostró su acuerdo y procuró pasar el resto de la noche cuidando de mí. Tenía una sensación extraña metida en el cuerpo que me calaba hasta los huesos. Mis ojos estaban perdidos en la copa de sangre que estaba medio vacía. Era la primera vez que conseguía beber de un recipiente sin vomitar parte del contenido. Debería haberme sentido orgullosa, pero ni siquiera eso me llenaba ya.

Las siguientes horas transcurrieron de forma tranquila. Nadie más se presentó en mi habitación, ninguna visita inesperada. Ámarok permaneció casi todo el tiempo en la cama conmigo, procurando no acercarse mucho por si todavía me encontraba magullada. Pero incluso el dolor parecía haber desaparecido. El mundo se me echaba encima y las preguntas no hacían más que acumularse. Todavía quedaba resolver la cuestión del Espejo, de por qué estábamos encerrados allí, quién lo había decidido y quiénes estaban al corriente de ello. También necesitaba respuestas a lo que era, a las diferencias que guardaba con neptunianos y vampiros por igual. Y resultaba que, a causa de esas diferencias, mi futuro se había visto truncado. Miré al techo, no sé por qué, quizás esperando encontrar una señal. ¿Era ese mi destino? ¿Estaba destinada a convertirme en la próxima reina de los vampiros?

Un movimiento brusco me despertó. El sol había salido hacía ya bastantes horas y, según mis cálculos, debería estar descendiendo en el cielo. Pasaba del mediodía. Abrí los ojos y registré toda la habitación, alerta. No había nadie. Ni siquiera el mismísimo Asmord habría podido esconderse tan bien. Otro movimiento. Mis ojos se dirigen rápidamente a Ámarok, quien se encuentra hecho un ovillo a los pies de la cama. Su cuerpo casi sobresale por los lados.

Un pequeño aullido de dolor activó mis músculos, que se pusieron en funcionamiento casi sin pensarlo. Era asombrosa mi capacidad de reacción cuando se trataba de él. Mi cuerpo siempre parecía estar preparado para protegerlo de cualquier cosa. Me coloqué sobre él sin llegar a tocarlo y examiné su cuerpo. No tenía ninguna herida, nada físico de lo que debiera preocuparme. Por lo tanto, solo podía tratarse de una pesadilla, un mal sueño.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now