El rey

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Hombre corpulento, que no gordo. Joven, como todos los vampiros que había visto hasta ese momento, por lo que deduje que nuestro crecimiento se detenía en algún momento de nuestras vidas. Su cabello rubio estaba bastante corto y una barba del mismo color, aunque quizás un poco más oscura, le profería un aspecto más maduro. Sus ojos eran de un extraño color violeta que hechizaría, estaba segura de ello, a cualquiera que lo mirase. Los rasgos de su cara eran duros, pero había algo en aquel rostro que me transmitía cierta amabilidad, cierta dulzura, cierto cariño. Su estatura era algo mayor que la de Asmord, aunque no mucho más. Vestía con una especie de túnica roja que cubría su cuerpo por completo.

Schatt y Asmord se inclinaron ante él en señal de respeto y yo me quedé allí, petrificada, como si estuviera delante de un depredador, sin saber muy bien qué hacer ni cómo debería actuar.

—Silene Dax, por ahora —dijo—. Bienvenida, querida. Mi nombre es Hesper, rey de los vampiros del Espejo.

—Disculpe, señor, pero... ¿Por ahora? —inquirí.

—Silene es un nombre precioso, pero no es el nombre de una vampiresa —terció—. Es el nombre que los neptunianos te dieron, no tu auténtica familia. A partir de hoy, se te bautizará con un nuevo nombre que utilizarás para siempre, como recordatorio del lugar al que perteneces en realidad.

—Gra-Gracias, señor —fue lo único que pude decir.

Mientras el rey Hesper me examinaba con detenimiento, sin formular palabra, yo miré hacia otro lado, con la suerte de percatarme de una segunda presencia desconocida en la sala. Por detrás del rey, un poco hacia mi izquierda, se encontraba una chica que parecía muy joven, de piel como la porcelana y cabello extremadamente liso y del color de las avellanas. Sus ojos, grandes y rasgados, eran como de caramelo líquido y su nariz, respingona. Sus labios eran muy finos, prácticamente inexistentes, pero esto no restaba valor a su atractivo. Curiosamente, sus orejas eran muy largas y acababan en un extraño pico. Aquella mujer no era vampiresa, podía notarlo, lo sabía.

—Ella es Alycia —el rey desvió mi atención de la chica—, mi compañera.

¿Compañera? ¿Esa chica era como la reina? Todo resultaba muy extraño.

—Silvanna Dax es tu madre, ¿verdad?

Escuchar el nombre completo de mi madre... No estaba acostumbrada. La mayoría de las personas la llamaban Vanna Dax.

—¿Conoció usted a mi madre? —le pregunté, asombrada.

—Podríamos decirlo así, sí —terció, con una sonrisa que me resultó un tanto irónica—. Es una... vieja amiga.

En aquel momento me pregunté por qué mi madre no había mencionado que conocía al rey de los vampiros ni me había hablado nunca sobre ello. Pero ya de nada servía imaginar o especular. Supuse que algún día podría preguntarle yo misma.

—Hay algo en tus ojos... —el rey Hesper no dejaba de mirarme intensamente, como si estuviera buscando algo dentro de mí—. Qué extraño.

—¿Extraño?

En ese mismo instante, todo se tornó borroso, cada vez más hasta que no pude ver nada. Sentí como si mis pies se levantaran del suelo, haciéndome volar, y luego la sensación de que todo se movía a mi alrededor. Unos instantes después, apenas unos segundos, todo volvió a la normalidad. Sin embargo, cuando pude volver a ver, el panorama había cambiado.

Me encontraba en una especie de cueva parecida al lugar en el que me había despertado tras la modificación mental de Asmord. Toda estaba iluminada por piedrecitas de luz. Una cama grande y de aspecto mullido ocupaba el fondo de la estancia. Un armario enorme se extendía sobre una de las paredes (si es que se las podía llamar así). Una puerta entreabierta dejaba ver parte del baño. Y delante de mí, con la vista fija en mis ojos, se encontraba el mismísimo rey Hesper. Miré a mi alrededor, con la esperanza de encontrar a Schatt, a Alycia o al propio Asmord allí, pero solo estábamos los dos.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now