Padre

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Una segunda figura encapuchada apareció justo a la derecha del hombre. Esta era más menuda y su espalda estaba ligeramente inclinada hacia delante. Mi cuerpo comenzó a temblar ligeramente en aquel mismo momento y apoyé mi mano en el lobo de Ámarok para mantenerme en pie. Asmord me observaba por el rabillo del ojo, decidiendo si prestarme su ayuda o no. Sin embargo, el encapuchado fue más rápido que él.

A la velocidad que solo un vampiro podía alcanzar, el hombre se acercó a mí, sujetándome con manos firmes. La proximidad de una persona que no conocía y de la que no sabía si podía fiarme me desconcertaba. Pero, por otro lado, aquella persona, en aquel lugar, solo podía ser...

—Deberías tomártelo con calma —me aconsejó con voz amable—. Has llegado hasta aquí superando todos los obstáculos. Tienes más que merecido un descanso.

Miré a la otra figura sin saber muy bien qué hacer ni qué decir. Unas arrugadas y pequeñas manos aparecieron por debajo de las mangas de aquella túnica, exactamente igual que la del hombre, y se acercaron a su cara para retirar la capucha. Su canoso pelo, que antes había sido oscuro a juzgar por ligeros mechones rebeldes, cayó como una cascada sobre un rostro arrugado y afable. Sus ojos achocolatados me miraban con especial cariño y sus labios, apenas existentes, esbozaban una cálida sonrisa.

—Silene —me llamó—. Mi querida, Silene. Me encantaría poder pasar unos momentos contigo. Os invitaré a todos a nuestro salón.

En cuestión de segundos, la escena cambió por completo. Ya no estábamos en un túnel oscuro, sino en un acogedor y pequeño salón. Las paredes, de un color anaranjado, estaban desnudas y la sala entera estaba salpicada por sillones aquí y allá y alguna que otra mesita de madera. Un alegre fuego danzaba en la chimenea. Y puede que mis ojos reflejaran la admiración que yo siempre sentía por aquellas llamas, porque el desconocido me sentó gentilmente en el sillón que más cerca estaba de ellas.

—No puedo creer que esto sea real... —musité, como viviendo un sueño.

—Parcialmente real, querida —sonrió tristemente Danira, sentándose frente a mí—. Pronto, el hogar que construí y que nos ha mantenido a salvo durante los últimos 23 años se desvanecerá. Pero disponemos de algo de tiempo antes de que eso ocurra.

Asmord permaneció de pie, inquieto y sin saber muy bien cómo comportarse. Ámarok, en cambio, avanzó hasta colocarse a mi derecha y se sentó en el suelo. Acaricié su cabeza con cuidado mientras Danira volvía su cabeza hacia él.

—Ámarok —sonrió—. Has cuidado muy bien de ella. La lealtad que muestras hacia esta vampira es absolutamente hermosa. Gracias por permitirme verla.

El lobo inclinó la cabeza.

—Me gustaría poder ofreceros algo de beber o comer, pero me temo que ahora más que nunca la magia me abandona a un ritmo demasiado rápido —la anciana Danira no perdía su sonrisa—. Esto es lo que sucede cuando te excedes, supongo.

La figura encapuchada apareció ante mí, sobresaltándome. Se arrodilló en el suelo y sacó uno de sus brazos del interior de la túnica, ofreciéndome su muñeca.

—Bebe —ordenó con voz fuerte—. Estás muy débil.

—Oh, no —traté de rechazar su oferta educadamente mientras el conocimiento de la relación que mantenían dos vampiros que bebían entre sí danzaba por mi mente—. No es necesario. Estoy bien.

—Yo la alimentaré —terció Asmord.

Por desgracia, la idea de que él me alimentara seguía sin agradarme. A pesar de que ya habíamos compartido nuestra sangre, me sentía reacia a hacerlo nuevamente. ¿Por qué? No lograba comprenderme a mí misma. Definitivamente, algo estaba mal en mi cabeza.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now