Reina

189 21 6
                                    


Silene. Silene. Ven a mí, Silene.

El cuerpo me pesaba tanto como si Ámarok se hubiera tumbado encima de mí cuando aún era neptuniana. Apenas podía moverme. Sentía la cama debajo de mí y una tela cubriendo mi cuerpo, tibia, dándome calor. Aquella voz había sonado dentro de mi cabeza. Pero era femenina, no se trataba de Asmord. ¿Estaba dormida? ¿Me lo habría soñado? ¿Dónde estaba?

Las imágenes de aquella fatídica noche iban regresando a mi mente muy poco a poco. Por fin comenzaba a entender el estado en el que debía de encontrarse mi cuerpo. Había sido un día duro.

Abrí los ojos, temiendo encontrarme con la luz del sol, pero la más absoluta oscuridad, tan solo interrumpida por aquellas piedras brillantes, me dio la bienvenida. Permanecí allí, mirando al techo, hasta que encontré la fuerza necesaria para incorporarme muy despacio. La buena noticia era que había sido un entrenamiento fantástico y que mi cuerpo aprendería de aquello. La mala era que quizás debería aplazar el entrenamiento de esa noche.

Aparté un poco la tela negra y descubrí que se trataba ni más ni menos que de la capa de Asmord. Él había sido quien me había llevado hasta mi habitación, cuando recobró la cordura. Lo recordaba muy vagamente, como un sueño. Aquellos ojos rojos eran inolvidables. Si antes había temido tener pesadillas con él, ahora lo temería en vida.

Una silueta oscura en un rincón de mi habitación me hizo pegar un salto y colocarme en posición de ataque encima de la cama. Sus ojos negros me miraron con tranquilidad desde allí.

—No deberías hacer movimientos bruscos —me advirtió.

—No deberías espiar a una jovencita mientras duerme —lo acusé.

Me parecía tan extraño verlo sin su capa que a punto estuve de tirársela. Lentamente, volví a sentarme sobre la cama. Sabía que volvía a tener su forma natural, pero aun así no podía fiarme de él completamente. El vampiro avanzó un poco hacia mí con las manos ligeramente levantadas.

—No me tengas miedo —me pidió.

En lugar de responder, miré sus brazos. Uno de ellos estaba surcado por tres enormes cicatrices. Parecían de una bestia.

—¿Qué te ha pasado? —le pregunté.

—Ya te dije que tu lobo se aseguró de que hubiera recuperado la salud mental —fue su respuesta.

No pude evitar sonreír. Ámarok le había hecho eso.

—¿Cuánto he dormido?

A juzgar por el aspecto de las cicatrices, las cuales estaban a punto de desaparecer, yo habría dicho que dos días o así.

—Unas horas, puede que doce —se cruzó de brazos—. Los vampiros sanan más rápido cuanto más antiguos son.

Estaba segura de que Ámarok no le había acariciado, precisamente, lo que me mostraba más de la fortaleza de aquel vampiro. Era alguien digno de temer, alguien por quien merecía la pena tener pesadillas.

—Lo siento, Kaiserin —nunca hubiera imaginado que mi profesor sabía disculparse—. Te hice pasar una mala noche. Una terrible, la verdad. Nadie ha tenido que pasar en toda la historia del Espejo por lo que has pasado tú. Estoy orgulloso de que pudieras controlarme.

—Pudo haber sido peor —dije con cautela—. Tu único objetivo parecía ser yo. Concretamente, mi sangre. No te acercaste a Ámarok y no le hiciste daño. Eso te salvó de arder vivo.

—Me alegra no haber traspasado esa línea —sonaba bastante sincero—. Cuando nos transformamos, perdemos el control sobre nuestro cuerpo. No era yo mismo, te lo aseguro. Era un monstruo, una bestia sedienta de sangre que...

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now