Incógnitas

112 20 6
                                    


Su mano aferró la mía, la cual apretaba su brazo con fuerza, como si de aquello dependiera mi vida. Su piel cálida acarició la mía mientras sus ojos se iban aclarando poco a poco.

—Lo lamento, Kaiserin, pero hay cosas que ni siquiera yo puedo responder.

Con delicadeza, Hesper me obligó a relajar mis dedos hasta que lo solté. Sintiéndome demasiado ofuscada, me levanté para salir corriendo hacia un lugar en el que pudiera pensar con mayor claridad, pero el rey de los vampiros leyó mis intenciones con insultante facilidad. Levantándose al mismo tiempo que yo, me aprisionó entre sus fuertes brazos dejándome sin escapatoria posible.

—Suéltame.

Intenté zafarme, pero era como tratar de escapar por la fuerza de una cárcel de puro metal. Una prisión cálida y amable que me invitaba a ceder, a recostarme en su pecho y llorar.

—No pienso dejarte ir, no hasta que te calmes y pueda explicarme mejor —su voz sonó muy cerca de mis oídos.

—¿Qué tienes que explicar? —mis uñas se clavaron en su pecho mientras mi vista se nublaba, pero él no se quejó ni trató de apartarme—. Si no quieres hablarme sobre mi familia, bien, no lo hagas. Pero no pretendas que me quede aquí esperando algo que jamás voy a conseguir.

—Eso no es justo.

—La vida no es justa.

Traté de apartarlo nuevamente, pero él no cedió ni un solo milímetro. Su piel quemaba contra la mía y mi desesperación por respirar aire frío crecía a cada segundo que pasaba. Podría utilizar mis poderes, podría obligarlo a dejarme ir... pero no confiaba en mí misma en aquellos momentos. Y, a pesar de mi frustración, no quería hacerle daño.

—Si no te calmas, no me dejarás alternativa —¿era una amenaza?

—Tengo derecho a marcharme si me da la gana —jadeé—. ¿Por qué me retienes aquí?

—Porque me importas —de nuevo, una sensación extraña recorrió mi cuerpo—. No quiero que te vayas pensando que no quiero darte las respuestas que estás buscando.

—Pero es justo eso, ¿no?

Sus brazos se apretaron más a mi alrededor y solté un quejido. Incliné mi cabeza hacia atrás para poder mirarlo y me quedé petrificada ante el brillo de sus ojos. El corazón se detuvo y el tiempo pareció hacerlo también. Al menos hasta que él habló de nuevo con una voz profunda que se metió por dentro de mi piel.

—No me dejas elección. Perdóname.

Noté una de sus manos aferrando con fuerza mi nuca al tiempo que se inclinaba sobre mí. El brillo de sus colmillos debió de haber sido una advertencia, pero mi cuerpo no se movió. Y cuando sus incisivos se clavaron en mi cuello, una profunda sensación de relajación me invadió casi al instante. La neblina que ofuscaba mi vista se fue disipando y mi respiración se ralentizó tanto que pensé que me quedaría dormida allí mismo. Y aunque mis músculos fueron cediendo uno a uno, jamás tuve miedo de caer al suelo. No mientras Hesper continuara sujetándome. De repente, mi mente se quedó totalmente en blanco en una paz que jamás antes había logrado experimentar. Nada importaba, el mundo estaba bien en mi cabeza. No existían los problemas ni las preocupaciones y lo único que notaba a mi alrededor era el cuerpo del rey envolviendo al mío como un confortable nido.

Cuando sus colmillos se deslizaron con suavidad fuera de la carne de mi cuello, mis ojos volvieron poco a poco a vislumbrar la sala del trono en la que me encontraba. Lamiendo la pequeña herida que había provocado, Hesper me dejó libre poco a poco, como si no confiara en que pudiera mantenerme en pie. Y no lo culpaba, ya que los efectos de lo que me había hecho todavía continuaban en mi cuerpo y en mi mente.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now