Descendencia

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¡Silene!

Su voz sonaba tan lejana... casi como si fuera un sueño. ¿Y si realmente lo era? A lo mejor Asmord no me había dicho lo que yo había creído oír. O sí, pero era todo una pesadilla. En ese caso, ¿qué era real? ¿La voz de Ámarok llamándome? De mi mirada no podía fiarme, ya que mis ojos se habían posado en las hojas del suelo y se negaban a moverse de allí. ¿Los sueños podían congelarse? Quizás estaba pausado hasta la llegada del despertar. ¿Tenía que pellizcarme? Había escuchado que los neptunianos no tenían pesadillas y que sus sueños eran bastante lógicos. Nada que ver con los míos, por supuesto. Por eso había leído cosas de los terrestres. Y ellos decían que para despertarse de una pesadilla era eficaz pellizcarse. Ilógico, ¿verdad? ¿Cómo iba a sentir dolor físico en un sueño?

¡Silene, vuelve! ¡Silene!

¿Qué vuelva? No me había ido a ninguna parte. ¿Qué insinuaba? Sus patas ocuparon mi campo de visión. ¿No me veía? Estaba segura de que sí. Era yo la que no podía alzar la cabeza. Me encontraba en una especie de trance. Quizás debería intentar salir de allí, volver a la realidad... Pero esta podía llegar a ser tan dolorosa...

Algo me sacudió y sentí que mi mente se despertaba un poco más. Las patas de Ámarok continuaban pasando por delante de mis ojos. ¿Y si estaba en peligro? ¿Y si le estaba sucediendo algo? No podía permanecer allí quieta por más tiempo. Sabía que tenía que enfrentarme a mis miedos... y era justo lo que pretendía.

Con un titánico esfuerzo, logré desviar la mirada del suelo. Esto me dejó desconcertada un momento y sentí que caía al suelo. El lobo no tardó en acercarse, con aquellos ojos negros cargados de preocupación. Me acarició los brazos con su hocico, gimoteando. Todavía algo confusa, miré a mi alrededor y lo que vislumbré me aterró profundamente.

Todo el bosque, todo lo que alcanzaba a ver, se encontraba en llamas. El fuego estaba consumiendo hojas, arbustos y árboles por igual. El humo comenzaba a llenar todo el lugar. Mis manos taparon el asombro que mi boca se encargó de mostrar. Mi cuerpo temblaba. Aquello lo había provocado yo, era mi culpa.

Tienes que apagarlo.

Sabía que tenía razón. Pero él también sabía que yo no tenía ni idea de cómo hacerlo. Podía intentarlo, pero... No contaba con garantías. Aun así, no me hacían falta. No podía permitir que algo tan hermoso se echara a perder. Me puse de rodillas y me concentré en aquellas llamas infernales.

El fuego nunca me había obedecido y yo nunca había podido controlarlo. Cuando era pequeña lanzaba pequeñas chispas con mis manos y a menudo incendiaba partes de la casa. Mi madre había desistido de poner cortinas tras el cuarto par que quemé. Era un descontrol y una deshonra para ella. Dada su posición, tanto en la sociedad como en el ejército, ya que una cosa conllevaba la otra, tener una hija que no podía controlar su poder era un desperdicio. Creo que por eso nunca me miró con orgullo. A veces incluso había deseado tener una hermana para no estar sola, pero luego lo pensaba mejor y no quería condenarla de aquella manera.

Con un esfuerzo sobrenatural, y recordando que era yo quien controlaba el fuego y no al revés, las llamas se fueron extinguiendo muy lentamente. Las gotas de sudor recorrían mis sienes, aunque yo no tenía tiempo para prestarles atención. Debía eliminar hasta la última chispa porque, de lo contrario, el fuego resurgiría de nuevo. Y no sabía si contaba con la fuerza suficiente como para acabar con él nuevamente.

Cuando todo estuvo bajo mi control, me dejé caer en el suelo, exhausta. Solo entonces me percaté de la presencia de Asmord. No se había ido, como había pensado en un primer momento, sino que se encontraba entre los árboles, mirándome, pero con la mirada perdida.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt