El Espejo

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—¡Ámarok!

Mis cosas flotaban por el lago de manera absurda, vagando por él sin que merecieran ni una pizca de mi atención. El lobo, en cambio, sí me preocupaba, puesto que había desaparecido delante de mis narices, tragado por la inmensidad de aquellas aguas. Pero, ¿cómo era eso posible si yo estaba tocando el fondo con mis pies? Desesperada y sin saber muy bien qué hacía, metí la cabeza bajo el agua y traté de abrir los ojos, pero segundos después la volví a sacar. Uno de mis mayores pavores: mirar bajo el agua. Nunca había podido hacerlo, lo cual era un foco para las burlas puesto que en mi planeta el agua era el elemento más abundante. Es más, antes de caminar, lo primero que hacíamos era aprender a nadar. A mí no se me daba nada mal pero, al contrario que los demás niños, yo siempre había nadado a oscuras, sin ver absolutamente nada, salvo cuando me otorgaban unas gafas especiales de buceo.

Haciendo caso omiso a esto, me sumergí en aquel lago, tratando, quizás, de alcanzar al lobo. Cuando estaba buceando, descubrí que no llegaba a tocar el fondo, a pesar de que estaba segura de haber ahondado un par de metros. Sin entender nada, decidí volver a la superficie pero una extraña fuerza trató de empujarme hacia el fondo. Asustada, no me dejé llevar y nadé hasta sacar mi cabeza al aire libre y respirar, aunque realmente no me hacía falta porque descubrí que los vampiros aguantábamos mucho más la respiración que los neptunianos.

Una vez arriba, y tocando nuevamente el suelo con mis pies, miré a todos lados. ¿Algo había tratado de ahogarme? ¿Habría animales en aquel lago? No, no había sido un animal, sino, más bien, una corriente de agua.

«Sumergíos», recordé aquella voz.

Calmándome un poco, miré hacia abajo. Gracias al agua tan pura casi podía ver el fondo de tierra, pero no estaba del todo segura. Tomé aire y me dispuse a meter de nuevo la cabeza bajo el agua. En aquella ocasión, traté de bucear más profundo, hasta sentir nuevamente aquella corriente de agua. En lugar de resistirme a ella, me dejé llevar. Dejé que me arrastrara cada vez más y más al fondo, tanto que pensaba que había llegado mi final.

Unos segundos más tarde (aunque podrían haber sido minutos u horas porque perdí la noción del tiempo), noté que ya no estaba rodeada de agua y que el suelo estaba bajo mi cuerpo. Abrí los ojos lentamente y vi que estaba tendida, bocabajo, en una piedra gris bastante pulida. A mi derecha, casi de espaldas a mí, había una pequeña cascada que brotaba de una pared de piedra marrón cuya agua formaba un pequeño estanque que casi llegaba hasta mis pies descalzos. Al mirar hacia arriba, descubrí que me encontraba en una cueva, iluminada por no sé qué tipo de magia, puesto que la luz parecía emerger directamente de las mismas paredes.

Con mucha cautela, me incorporé y examiné la estancia. Y en ello estaba cuando un reflejo llamó mi atención. Se trataba de un majestuoso y reluciente espejo, más alto que yo y dos veces más ancho. Un fino marco de plata lo recubría por los bordes. Sin embargo, lo más sorprendente era que estaba vacío, no reflejaba nada, ni a mí, ni la cascada, ni la cueva. Rodeándolo, vi que estaba recubierto de plata por detrás. Observé que tenía unas imperfecciones en forma de arco en la parte superior. Poniéndome de puntillas alcancé a poder leer las palabras que estaban allí grabadas: "fasé versile xao ka nuvis". Se trataba de la antigua lengua de Neptuno, algo que, por suerte, nos obligaban a aprender.

—Nuestro destino está ya escrito.

La voz procedía de delante, pero el espejo me impedía ver. Poco a poco fui moviéndome hacia la derecha y una figura de color negro apareció ante mí, apenas unos metros más allá. Era un hombre de cabello muy oscuro, largo y ondulado hasta la barbilla. Su piel era bastante pálida y unos ojos negros resaltaban en su cara. Su nariz era recta y sus labios, bastante carnosos. Aparentaba tener unos veintiocho años y mediría un metro ochenta o más. Llevaba una túnica extraña de color negro que cubría su cuerpo solo por detrás, como una capa. La tela parecía ser impermeable. Unos pantalones también negros y una camiseta del mismo color me impedían ver su cuerpo. Sus brazos, sin embargo, sí estaban a la vista, con cada músculo perfectamente definido, aunque no eran demasiado notorios.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Where stories live. Discover now