Capítulo 18: De Javier para Hugo

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Desde el Hospital General de Zona No. 2, Aguascalientes, Ags. 2020.

Hubo un día en el que, de hecho, te pusiste celoso a más no poder.

Sabía que se debía a mi cercanía con Ari los primeros días del mes de noviembre, porque congenié mejor con él que con alguna otra persona del grupo. Era como si ese amigo que tanto esperas desde que eres pequeño apareciese en ese momento.

Él era una persona extraordinaria, incluso teníamos algunos gustos en música y géneros literarios similares, lo que hizo que nuestra comunicación mejorara instantáneamente. Pero por más que traté de decirte que no tenía nada que ver con él, nunca lo entendiste, cariño. Era un defecto tuyo: tu terquedad. Eras tan terco hacia algunas cosas que te sucedían que no había fuerza humana que te hiciera salir de ahí.

Estábamos sentados en una de las bancas jardineras en el campus de la UAA. Tú y yo solamente. Los demás estaban en algún lugar de la universidad, tal vez comiendo o qué sé yo, el caso es que necesitábamos un tiempo a solas en el horario académico después de tenerlos a ellos toda la mañana con nosotros en cuanto había oportunidad de vernos.

Pero me interceptaste lo más rápido que pudiste apenas apareciste en la puerta de mi salón para que Ari no me invitase a ningún lado. Me daba risa tu manera de celarme. Pero por más cosas que pasasen entre nosotros, entre Ari y yo... este desastre te seguía queriendo y prefiriendo a ti.

¿Alguna vez alguien te preguntó si serías capaz de abandonar a un amigo por tu pareja? Pues por más bien que me cayese Ari, yo quería aplicar siempre eso con él. Te prefería a ti que a él. Te prefería a ti porque lo nuestro llevaba casi cinco meses de historia y mi amistad con él no más de... ¿dos? Posiblemente tres meses.

Además, ni siquiera entendía yo por qué motivos me celabas ni por qué estaba decidiendo entre tú y él.

Tanto yo como los demás te dijimos varias veces que no había de qué preocuparse, pero muchas veces cuando nos veías a él y a mí solos estudiando o riéndonos me echabas en cara la situación. No comprendía tus repentinos celos, pero me había cansado de discutir tanto contigo sobre él que mejor te daba el avión.

La verdad, Hugo, conociéndote era muy posible que esas discusiones serían un cuento de nunca acabar.

Ese día habíamos decidido que, al salir de la universidad, nos pasaríamos (como el resto de los días) la tarde juntos. Al llegar a casa me alisté y te encontré en la tienda Oxxo frente a la glorieta de Don Quijote en López Mateos para irnos juntos a la Plaza Espacio. Al llegar ahí, fuimos al Cinépolis y concluimos el paseo al crepúsculo en un restaurante en la misma plaza.

Al salir de ahí, la brisa de la noche era lo suficientemente fuerte y maldije en mis adentros por no haber traído una sudadera conmigo. Tú, por el contrario, llevabas puesta una chaqueta de mezclilla que hacía juego con tu pantalón rasgado de mezclilla. Te alisaste la camiseta negra que llevabas debajo de la chaqueta y te aclaraste la garganta.

—¿La quieres? —Inquiriste señalando con el dedo índice tu chaqueta.

Negué con la cabeza.

—No, no está haciendo tanto frío.

Sí que lo estaba. Me estaba congelando las venas. Pero no quería que tú te refriaras por mi culpa, por tu novio tarado que no pensó en llevarse una sudadera sabiendo que el otoño estaba llegando y las épocas de frío con él. Pero poco a poco me fui acostumbrando al aire frío y mi piel, a pesar de estar helada, ya no sentía mucho el aire.

—¿Alguna vez has oído esa teoría de que las almas firman un contrato en un mundo distinto al nuestro antes de habitar el cuerpo en el que estarán hasta que se mueran? Dicen que ese contrato lo firman con las demás almas que se encontrarán a lo largo de su vida.

Hasta que el sol deje de brillar (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora