Epílogo

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Tiempo después...

Querido Hugo:

Pareciera que fue ayer cuando te pedí que te quitaras de mi asiento en el salón de la preparatoria y solamente te burlaste mientras lo hacías. Me parece increíble, de verdad, que han pasado casi seis años desde la última vez que te vi que no me creo que haya podido haber seguido adelante sin ti.

¿Recuerdas todas aquellas cosas que hicimos antes de que todo cambiara? ¿Recuerdas el sonido de mi risa cuando hacías cosas graciosas para alegrarme el día? ¿La veces que me ayudaste a darme cuenta que las decisiones sobre uno mismo, las toma uno mismo? ¿Las películas que vimos? ¿Las canciones que escuchamos? ¿Los lugares que visitamos de contrabando?

¿Recuerdas el «Te quiero» que gritaste en el vacío de los cerros en la carretera hacia Calvillo o el que yo grité para que el Océano Pacífico fuera testigo de lo mucho que sentía por ti? ¿Recuerdas que lo que sentía por ti era lo más real que había en mí?

Y secretamente, Hugo, sigue siendo así...

¿Recuerdas ese momento especial, con tus ojos mirándome con deseo en aquella casita de madera en mitad del campo cuando decidí entregarte no solo mi corazón, sino también mi cuerpo y mi alma, dándote el poder de destruirme en cualquier momento?

¿Recuerdas todas esas cosas que caracterizan nuestra historia?

¿Lo que una vez fuimos?

Hoy se cumple un año más desde que te has ido, y sigo sin creerme de verdad que hayas partido.

Te extraño, de verdad que lo hago. Cada día de cada maldito mes de cada maldito año que pasa. Y te extraño más siempre que es el aniversario de tu muerte. Sé que no es justo para Ari que siga extrañándote, pero él lo entiende. Sabe cuán importante has sido para mí siempre.

Bien dicen que el primer amor nunca, por más tiempo que pase, se olvida...

¿Recuerdas las escenas de celos que me hacías con él para que, al final, resultase que terminaría queriéndole porque tú le habías entregado una carta en la que te despedías de mí y me pedias que fuese feliz?

Ya, pues de una vez te digo que así fue.

Soy feliz, Hugo. Muy feliz. Y creo que, si existiera otra vida después de la muerte, tú también serías feliz ahora mismo.

Hay cosas en la vida que nunca se olvidan. Tú eres una de ellas.

Gracias por haberme brindado los mejores momentos de toda mi vida y gracias por enseñarme lo que es vivir la vida al máximo como si no hubiera un mañana.

Gracias por llegar a mi vida. Gracias por ser mi primer amor. Gracias por ser mi antorcha en la oscuridad. Gracias por ser mi sol. Gracias por dejarme ser tu luna.

Tu recuerdo siempre vivirá en mi memoria hasta que el sol deje de brillar....

Con amor,

JAVIER M.

Deposito la carta abierta debajo del florero de vidrio que hay sobre la tumba de Hugo. Me limpio una lágrima que se me escapa del ojo y sonrío al ver la fotografía de Hugo debajo de su nombre tallado en el mármol en forma de libro.

HUGO CRUZ VÁSQUEZ.

Octubre 2002 — Junio 2021

Tu familia te recordará siempre.

TE QUEREMOS.

Q. E. P. D

Miro a Ari, quien me entrega el ramo de margaritas que le hemos comprado de camino hacia el cementerio y saco las flores marchitas del recipiente de vidrio para depositar las mías.

—Te dejaré de querer hasta que el sol deje de brillar, Vivero de Estrellas —murmuro lo bastante bajo para solo escucharme yo mismo—. Y te perdono por haberme ocultado tu verdad, ahora sé que lo hacías por mi felicidad y todo lo que he vivido es gracias a ti. Siempre tendrás un lugar en mi corazón, pequeño.

Emito un largo suspiro caminando de espaldas hacia Ari, quien me pasa un brazo por los hombros.

—¿Nos vamos? —Pregunta mirándome con la cabeza ladeada.

—Vámonos.

Le sonrío y nos giramos para comenzar a caminar hacia la puerta de la entrada del panteón, mirando por encima del hombro la tumba de Hugo. Sonrío aún más cuando el pétalo de una de las margaritas se cae y veo una mano blanca traslúcida tomar el pétalo.

La sonrisa se desvanece de mis labios cuando veo quién es.

Es Hugo.

Tal y como lo vi aquella noche en la azotea de mi casa.

La última vez que lo volví a ver años atrás.

Tiene el pétalo en sus dedos y me sonríe mientras me dice adiós con la mano.

—Adiós, Hugo —susurro y se desvanece después de guiñarme un ojo.

Nos detenemos en el coche de Ari y abro la puerta del copiloto.

—¿Crees en la vida después de la muerte, Ari? —Inquiero entrecerrando los ojos por causa del sol.

—Puede ser. ¿Tú?

—Completamente.

Nos introducimos en el coche y Ari enciende el motor, se pone el cinturón de seguridad y yo hago lo mismo.

Se estira desde su asiento.

—Javier —dice y volteo al mismo tiempo en el que me planta un beso en los labios, ocasionándome cosquillas con la barba incipiente de varios días, y se ríe—. Me encantas.

—Y tú a mí, Ari.

Entonces pisa el acelerador y salimos calle abajo hacia la avenida principal, dejando atrás el panteón.

Dejando atrás a Hugo.

Al chico que eternamente tendrá dieciocho años.

F I N.




Hasta que el sol deje de brillar (TERMINADA)Where stories live. Discover now