Capítulo 12: De Javier para Hugo

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Desde el Hospital General de Zona No. 2, Aguascalientes, Ags. 2020.

Los días pasaban y pasaban y nuestra relación se reforzaba cada vez más. Recordaba con exactitud cada uno de nuestros momentos juntos como si de mi infancia se tratase. Uno de los muchos recuerdos era el del día que, mientras una incesante lluvia caía sobre la ciudad, pasamos todo el día juntos en mi casa: mis papás te recibieron con mucho entusiasmo y lo supe por la forma en la que la sonrisa sincera de ambos, al verte cruzar la puerta principal de la casa, se extendió demasiado en sus labios.

Recapitulo.

Mi madre me había estado cuestionando muchísimas veces sin parar por qué últimamente me la vivía con una sonrisa en el rostro, o por qué los ojos me brillaban a pesar de que no hubiese luz para reflejarse en ellos, o como por qué pasaba más tiempo fuera de casa. Me negaba a decirles la verdad porque, si me llegaban a elaborar una enorme discusión con el tema de la carrera de la universidad, sabía lo que me esperaría al confesarles de la existencia de un chico cuya reacción reflejada en mí era ese brillo de mis ojos resplandeciendo a pesar de ser de noche.

—Necesito conocerlo —dijo al instante mi mamá cuando le dije el motivo a todas sus preguntas. Por alguna extraña razón desde que sabía de mi homosexualidad nunca la había visto tan emocionada por algún tema. Hasta ese día. Incluso llegué a ver cómo sus ojos se tornaban vidriosos y se acumulaban de lágrimas.

—¿Por qué?

—Porque, aunque me ha costado aceptar que tú eres quien controla tu vida y que si eres o no gay no importa porque eres mi hijo y te querré siempre tal cual como seas, quiero saber quién es la persona que hace que mi hijo sea feliz —se encogió de hombros y sonrío.

Acepté e hice lo que me pidió después de regalarle un pequeño abrazo.

Te llevé a la casa un día cualquiera, de sorpresa. Cuando entramos a la casa mi madre estaba sentada con los pies descalzos sobre el sillón mientras veía una de sus telenovelas de la tarde. Ese día mi papá estaba descansado del trabajo y estaba sentado en el sillón más pequeño con una pierna encima de la otra mientras leía uno de mis ejemplares de Jane Austen.

Y no sé qué me ponía más nervioso.

Sí uno: mi madre en sus fachas en el sillón.

Si dos: mi papá leyendo un libro de Jane Austen con todas las anotaciones que hacía en los bordes de las páginas del libro.

O si tres: que tú estabas ahí conmigo.

Por la expresión que pusieron ambos, supe que los tomamos por sorpresa. Mi papá te miraba por debajo de sus anteojos sin cerrar el libro y mi madre de inmediato se acomodó en su lugar para estar un poco más decente.

—Hola. —Dijiste con la voz un poco ronca.

Sabía que estabas más nervioso que yo por el tono de tu voz. Además de que no dejabas de buscar mi mano para encontrar el apoyo en mí. Te miré y apretaste los labios en una sonrisa tensa, forzada. Parpadeabas muy seguido y posé mi mano derecha en tu hombro para tratar de disminuir tus nervios.

Mi papá cerró el libro de Jane Austen y nos miró ladeando la cabeza.

—Hola.

—Soy Hugo, mucho gusto. —Extendiste tu mano hacia él, y con unos segundos de tardanza, estrechó su mano con la tuya.

—Mucho gusto, Hugo. Yo soy Marisol —mi mamá se puso de pie de inmediato y te dio un beso en la mejilla sonriendo de oreja a oreja.

—Yo soy Joel. —Dijo mi padre sonriéndote también.

Hasta que el sol deje de brillar (TERMINADA)Where stories live. Discover now