Capítulo 5: De Javier para Hugo

31 11 2
                                    

Desde el Hospital General de Zona No. 2, Aguascalientes, Ags. 2020.

Tiempo después, más o menos para los últimos días del ciclo escolar, nuestra comunicación dentro de la preparatoria fue mejorando. Incluso comenzamos a juntarnos en los equipos para los trabajos finales de algunas materias. Sí, la gente empezó a hablar, pero no era algo que nos incomodara porque es algo que siempre sucede. También tu relación con Alexa, Leslie y Óscar fue construyéndose al igual que la mía con Jess, Miguel y Rodrigo (el chico del pelo verde).

Habíamos quedado al salir de la preparatoria algunos días en los que íbamos a caminar por ahí, a comprar algunas cosas, a comer helados, a estudiar... Pero ese día, en sábado, habíamos quedado para ir al cine.

Poco a poco comencé a darme cuenta de lo que significaban esos sentimientos que revoloteaban dentro de mí cuando escuchaba tu nombre. Poco a poco fui atando cabos y me di cuenta de que no solamente me parecías interesante; sino que ese par de ojos con pestañas espesas, esas cejas pobladas, tus hoyuelos y tu sonrisa amplia estaban comenzando a apetecerme tocar cada vez más.

Me gustabas, Hugo.

Me habías comenzado a gustar el día que quedamos de vernos para repasar unos apuntes de Cálculo Diferencial antes del examen final. Ese día que estábamos sentados en la banca de un parque a las cinco de la tarde. Tú frente a mí. Con mis rodillas rozando las tuyas. Y nuestras manos rozándose torpemente cuando intentábamos cambiar de página o tomábamos el lápiz para elaborar un ejercicio.

Te quería.

Ese día me di cuenta de que eras importante para mí y que me había acostumbrado tanto a tenerte a mi lado todos los días, incluidos los fines de semana, que no sabría qué hacer si te ibas.

Quedamos de vernos fuera del cine a las cinco en punto. Llegué más temprano como era costumbre en mí, y aproveché para comprar las dos entradas. Me senté en una de las bancas jardineras que había frente a una fuente y comencé a sentir los nervios brotar de mis poros.

Balanceaba los pies en el aire mirando hacia todos lados a la espera de que llegaras. Ese día me había puesto un pantalón de mezclilla rasgado de las rodillas, una camisa de botones con cuadros amarillos y negros, y mis acompañantes de siempre: mis Converse blancos.

Saqué el teléfono del bolsillo de mi pantalón para comprobar la hora, y me di cuenta de lo impuntual que eras. Habían pasado un poco más de diez minutos y tú no hacías acto de presencia.

Estaba comenzando a resignarme en que ya no llegarías.

Me puse de pie, y cuando estaba decidido a irme, apareciste frente a mí corriendo y gritando mi nombre.

Varias personas nos miraron: algunos confundidos, otros emocionados y otros con repulsión sin saber siquiera qué sucedía. Como te he dicho: juzgan antes de conocer.

Te detuviste en seco sonriéndome y llevándote una mano a la cabeza para controlar el manojo de chinos que se alborotaban con cada paso. Me abrazaste y no supe qué hacer: si quedarme quieto o envolverte con mis brazos también. Opté por la primera. Me apretaste con fuerza y escuché a algunas personas murmurar algo cuando pasaban a nuestro alrededor. Nos separamos y entramos al cine.

Compramos un poco de golosinas y palomitas de maíz y entramos a la sala a ver la película. Había comprado los boletos al azar, sin saber cuál había seleccionado. Cuando comenzó la película me di cuenta de que era una de acción, si no mal recuerdo era de la saga de Star Wars.

No mentiré.

No vi la película porque me aburrió.

Hubiera preferido que nuestra salida hubiera consistido en una tarde —en el suelo de mi casa— leyendo alguna novela de Jane Austen, conmigo recargado contra mi cama leyendo y tú escuchando la historia de Anne Elliot y el Capitán Frederick Wentworth en Persuasión recostado sobre ella. Hubiera preferido que al leer en voz alta: "Perforas mi alma. Soy mitad agonía, mitad esperanza... Y no he amado a nadie más que a ti", me miraras fijamente a los ojos, sonrieras y lo único que resonara en mi habitación fuera el latir de nuestros corazones.

Hasta que el sol deje de brillar (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora