Capítulo 13: De Javier para Hugo

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Desde el Hospital General de Zona No. 2, Aguascalientes, Ags. 2020.

Hubo un día en especial en el que mis padres decidieron que si era verano teníamos que disfrutar la época. Así que un día cualquiera de agosto mientras estábamos viendo algunos videos en YouTube en mi teléfono celular, mis papás se sentaron en el sillón contiguo al que estábamos y nos miraron con una enorme sonrisa en los labios. Parecía una escena tétrica porque nunca los había visto tan serenos y con una enorme sonrisa de oreja a oreja en donde se podían ver con claridad cada uno de sus dientes.

Me aclaré la garganta y fruncí el ceño.

—¿Qué sucede?

Ambos despegamos la mirada del teléfono y nos concentramos por completo en ellos dos. Mi mamá tenía ambas manos entre sus piernas y parpadeaba sin decir nada. De repente, mi papá tragó saliva y se aclaró la garganta.

—Es verano, chicos. ¿El verano no fue hecho para divertirse?

No entendía a qué se referían, y más porque nunca me habían dicho eso en todos los veranos que llevaba de vida. Pero no sé si se debía a ti, a tu presencia en mi vida, en la vida de ellos, por lo que decidieron hacer lo siguiente.

—Hugo —mi mamá pronunció con la voz ronca tu nombre—, ¿crees que tus padres te dejen venir a la playa con nosotros?

¿La playa? ¿Enserio? Nunca en mi vida había llegado a cruzarme por la cabeza que alguna vez iba a conocer la playa. Mis padres jamás habían planeado ningún viaje que no fuese a kilómetros de distancia de Aguascalientes. Pero al parecer tu presencia no solamente vino a iluminarme la vida, sino también a mis padres.

Me miraste abriendo por completo los ojos y con una sonrisa enorme en los labios.

—¿De verdad? —El entusiasmo en tu voz era meramente reconocido.

Mi madre asintió frenéticamente con la cabeza y mostró los cuatro boletos de avión que tenía escondidos entre las piernas. Los agitaba con felicidad frente a nosotros y yo seguía sin creerme si de verdad ellos dos eran los padres amargados y criticones que había tenido mis dieciocho años de vida.

Te pusiste de pie, emocionado.

—Les comentaré y llamaré a Javier para avisarle qué dijeron. Muchas gracias de verdad —y te saliste de la casa corriendo después de darme un profundo beso en los labios.

El silencio que llegó después de escuchar la puerta cerrarse detrás de ti fue un poco ensordecedor e incómodo. Los tres mirábamos hacia la puerta: ellos dos con una sonrisa en el rostro y yo totalmente pasmado. Mi mirada se desvió de la puerta principal a los boletos que tenía mi madre en las manos.

Parpadeé y una delgada y titubeante sonrisa se comenzó a formar en mis labios.

—Mamá...

—¿Sí? —Preguntó girando su cabeza hacia mí.

—¿Es enserio?

—¿Por qué no lo sería?

Sin responder, me puse de pie y la abracé fuertemente.

Mis padres habían hecho un plan para poder pasar tiempo juntos tú y yo, sería nuestro primer viaje con ellos. Y el segundo para nosotros.

En verdad, ¿qué habías hecho con mis padres?

***

Cuando terminé de hacer mi maleta dos días después, llamaste a la puerta de mi habitación y lo único que me hizo correr hacia ti al instante fue al ver las lágrimas que se resbalaban por tus mejillas sin cesar. Caían como cascadas por tus mejillas inundando todo lo que tocaban. Hasta que se caían de tu barbilla y se estampaban en miles de pequeños pedazos contra el suelo.

Hasta que el sol deje de brillar (TERMINADA)Where stories live. Discover now