Capítulo 25: Actualidad

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Hoy. 2021. Desde Aguascalientes, Aguascalientes. Actualidad.

¿Cuánto es el tiempo máximo que dura una persona enojada con otra?

Dejo el bolígrafo sobre el cuaderno, suspirando. Han pasado diez días desde lo sucedido con Ari en el hospital, y esos diez días no he hecho nada más que escribir, escribir, escribir y, ah, escribir. He estado relatando más recuerdos con Hugo sobre lo nuestro para mi próxima visita, aunque dudaba que sus padres no hayan hecho algo en mi contra para prohibirme verlo.

Estiro los músculos de la espalda, tomo el bolígrafo y escribo por último antes de cerrar el cuaderno: «Esa tarde aprendí que no siempre los fantasmas internos pertenecen ahí: en el interior. Sino que hay veces en las que la vida te pone esos fantasmas de frente para que les pongas un alto y puedas combatirlos. Y eso es ser valiente. Tú lo eras, eres y serás por y para siempre, Hugo. Serás mi amor valiente.». Cuando termino me pongo de pie y tomo mi teléfono que había dejado sobre mi cama.

Afuera el sol comienza a meterse poco a poco.

Un mensaje de Ari aparece en mi pantalla.

Ari: ¿Podemos vernos? Necesito que platiquemos...

Sin pensarlo dos veces, envío un «Sí» rotundo, bloqueándolo nuevamente. Pero apenas apagarse la pantalla, el artefacto vuelve a vibrar con la llegada de otro mensaje.

Ari: Te veo en 30min en La Exedra.

***

Me siento en el borde metálico de la base de las letras de colores donde se lee: Aguascalientes, en distintos tonos. Suspiro y miro a la gente pasar frente a mí, cuestionándome, ¿cómo es posible que la vida sigue para unos cuando para otros es solo un suspiro en la cama de un hospital?

—Perdón por la demora —dice alguien, sobresaltándome.

Me giro sobre mi sitio y me encuentro con un Ari ojeroso, con sus rizos alborotados y la respiración agitada. Además, un par de gotas de sudor le resbalan por la frente, se las retira con el dorso de la mano.

—No pasa nada, no llevaba mucho rato aquí —le digo, serio.

Un extraño silencio se instala entre nosotros, incomodándome. ¿En qué momento pasó esto? Desde que lo conozco nos hemos llevado tan bien, ¿para qué permitir que una imprudencia dañe nuestra conexión? Lo miro y siento pena por él, se le ve arrepentido de lo que dijo y bastante descuidado.

¿Cómo se la ha pasado estos diez días?

Se aclara la garganta.

—¿Cómo sigue Hugo? —Murmura.

—Bien. Ayer lo vi y seguía exactamente igual...

—Ya... —se calla. Tras unos segundos, dice—: ¿Sus padres tomaron alguna medida por lo que sucedió?

Niego con la cabeza.

—No lo sé, quizá sí, pero Sandra es tan buen gente que me dejó entrar fuera del horario de visitas...

—¿Sandra? —Alzó una ceja.

—La enfermera de la recepción, nos hicimos muy amigos cuando estuve ahí ingresado —aprieto los labios en una fina línea.

—Oh, qué genial...

Otro silencio se vuelve a instalar entre nosotros cuando ambos dejamos de decir palabra. Solo se escucha el barullo de la gente a nuestro alrededor que parecen no inmutarse en nuestra existencia. Recuerdo cuando estos momentos eran los mejores para mí cuando Hugo estaba despierto, cuando nuestras manos se entrelazaban y encajaban tan bien como piezas de rompecabezas, haciéndonos sentir invencibles.

Pero solo son eso: recuerdos.

Parpadeo varias veces para retirar los indicios de lágrimas que comenzaron a acumulárseme en los ojos. Ari, titubeante, posa una mano sobre mi hombro y me dedica una diminuta sonrisa que agradezco bastante sin saber por qué.

—Todo estará bien —dice bajito.

Asiento sin creerme el cien por ciento de sus palabras.

—Lo lamento muchísimo —dice de repente y tan de sopetón que no sé cómo reaccionar—. Sé que no debí decir nada de lo que dije, pero es que ese señor me sacó de mis casillas cuando comenzó a insultarte y no podía permitir que siguiera haciéndolo porque... —se calla.

Alzo una ceja, sin entender nada.

—Porque... ¿qué?

Se lame los labios varias veces, humedeciéndolos tanto que brillan con la luz del atardecer. Traga saliva y miro cómo su manzana de Adán sube y baja en el acto, haciendo notar su nerviosismo. Me pongo de pie para estar a su altura, y una sonrisa de lado se dibuja en mis labios para impulsarlo a terminar su discurso.

Suspira.

—Estoy... Me gustas, Javier, me gustas mucho.

Y entonces todo se detiene.

La gente deja de caminar a nuestro alrededor, deteniéndose como estatuas a medio caminar. Las aves dejan de cantar sus ruidosas melodías, el aire deja de soplar... solo se escucha el latido desenfrenado de su corazón al hacer tal confesión que no sé cómo reaccionar.

Mi cerebro se ha bloqueado y no tengo ni la menor idea de qué hacer.

Así que solo aprieto los labios.

—Por eso no podía seguir permitiendo que te insultara de esa manera, y menos que te echara la culpa del accidente cuando tú solo fuiste una víctima más de los accidentes automovilísticos provocados por las lluvias —habla tan rápido que me cuesta seguirle el hilo—. Sé que este no es el momento indicado para decirte esto, pero no me arrepiento de haberlo soltado.

No sé cómo se toma Ari mi silencio abrupto cuando deja de hablar, pero sé que ambos somos conscientes del latido desenfrenado de su corazón tras haber confesado todos sus sentimientos. Su pecho sube y baja con rapidez, me muerdo el labio.

—Entiendo tus sentimientos, créeme, pero sabes que quien me gusta es...

—Hugo —me corta.

Asiento una sola vez.

—Lo entiendo.

—Y no te preocupes por lo sucedido en el hospital, total... sus padres nunca me quisieron.

Repentinamente una enorme tensión se instala entre los dos logrando que nuestros cerebros no sepan cómo reaccionar. Tras varios minutos sin decir ni hacer nada, Ari se aclara la garganta y da un paso hacia mí.

—Perdóname por lo que haré, pero necesito hacerlo.

Antes de poder procesar sus palabras, se abalanza contra mí y me envuelve en un enorme y apretado abrazo, coloca su mentón sobre mi hombro, tomando aire profundamente. Su cálido aliento roza mi oído.

—¿Qué hizo Hugo en esta vida para merecer a alguien como tú?

—Existir, supongo.

—Yo existo... y no te tengo.

Sin decir más, se separa de mi cuerpo, se gira sobre sus talones y emprende el mismo camino por donde vino dejándome solo con un sabor amargo en la boca. 

Hasta que el sol deje de brillar (TERMINADA)Where stories live. Discover now