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—¡Marlene! ¿Has visto a Sirius, Remus y Peter? —Le preguntó Potter a su compañera muy agitado.
A penas se separó de su novia, él corrió en busca de su grupo de amigos para desahogar su entusiasmo con ellos.
—Acaban de irse en busca tuya, creo que fueron al campo de Quidditch. —Contestó McKinnon.
Potter agradeció rápidamente a su compañera y luego salió rápidamente hacia donde ellos estaban. Una vez llegó al lugar se topó con los tres otros merodeadores, Lily, Adelaide y Aegea.
—¡Tú, traidor de la sangre! —Exclamó Sirius en cuanto vio a James. —¿Así me pagas? ¿Me doy cuenta por medio de otros y no viniendo de ti? Pensé que éramos amigos... —El pelinegro se echó a morir.
—¿Pero qué? —James se extrañó y luego de intercambiar miradas con la diosa por fin entendió la situación. —Oh, ya se dieron cuenta. Que rápido viajan las noticias por estos lados.
—Felicidades, Cornamenta. —Dijo Peter sonriendo genuinamente.
—Gracias, Colagusano, eres un amigo verdadero, no como otros.
Sirius llevó su mano a su pecho ofendido, pero antes de poder decir algo, Adelaide tomó su rostro entre sus manos y capturó su completa atención. Remus y Lily fueron los más tranquilos con la situación y se alegraron mucho por sus dos amigos.
Para Lily fue tranquilizante el hecho de que su confesión hacia Aegea no había afectado su amistad y de hecho sentía más confianza que antes. Se sentía aliviada por ella misma también porque esa era la señal que necesitaba para confirmar que sus sentimientos por la griega ya no pasaban más allá de una buena amistad.
James y Aegea se encontraban sentados uno frente al otro aún en los bancos del campo, conversando tranquilamente. El clima hacía que la nariz de ambos enrojeciera un poco pues el invierno se acercaba, pero a ninguno le molestaba.
—¿Crees que debería contarle a los demás sobre ese pequeño secreto? —Susurró la diosa para que ninguno de sus amigos la escuchara.
—Es tu decisión, Gea, honestamente no cambia en nada la relación ni con ellos ni conmigo. —La tranquilizó Potter.
