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LOS DÍAS HABÍAN PASADO Y PARA LAS COSAS PARECÍAN MEJORAR CON AEGEA—o al menos eso pensaban sus amigos—. Los merodeadores junto con Aegea y Adelaide se dirigían al gran comedor donde les esperaba un instructor de aparición.
—No entiendo porque no recibimos estas lecciones desde pequeños. —Protestó Siriua.
—Dile eso a Minnie —contestó Peter.
Ophelia Lestrange se acercó al grupo de amigos y los saludó.
—¿Y tú donde te habías metido? Teníamos tiempo sin hablar. —Habló Adelaide y pasó sus brazos sobre los hombros de Ophelia y Aegea.
—Seguramente platicando con Reggie, ¿no, Ophelia? —Sirius se burló.
—Ah, el amor adolescente... que buenos tiempos. —James suspiró y se puso una mano en el pecho dramáticamente.
—¿Amor? ¿Qué no ves que estoy chiquita, Potter? —Reclamó Lestrange causando la risa de su grupo de amigos.
Llegaron al gran comedor, la profesora McGonagall estaba en la entrada viendo quienes entraban y vigilando cualquier comportamiento inadecuado. Ophelia se colocó detrás de James, que al ser más alto que ella la tapaba por completo. Claro que su intento de escabullirse en el salón fue en vano, pues McGonagall jaló de su túnica justo después de que cruzara la puerta.
—Pe- pero si yo tengo autorización para entrar ahí —dijo Ophelia hacia la maestra.
—Lo dudo mucho, señorita Lestrange, su hermano justo me informó que era posible que se quisiera escabullir y que no la dejara.
—Maldita serpiente soplona—se quejó la slytherin.
—Controle su vocabulario, Lestrange. —Le regañó Minerva.
Ophelia se terminó yendo, el resto pasó al salón donde varios estudiantes más y un señor canoso conversaba animadamente con Poppy.
—El debe ser el instructor —dijo Aegea.
—Espero que no me pase nada y con nada me refiero a despartición —comentó Adelaide.
—¿Des- partición? —Preguntó Sirius.
—Sí, idiota, cuando se te separa un brazo —le respondió James.
