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NO HABÍA PASADO MUCHO DESDE EL PEQUEÑO 'INCIDENTE' CON JAMES, PERO AEGEA ESTABA EN PÁNICO. No encontraba a su amiga italiana por ningún sitio en la mansión y estaba que se arrancaba el cabello de la frustración.
Llegó hasta el último lugar donde podría encontrar a su amiga: la cocina. Ahí estaba su distinguida cabellera rubia y sin pensar en que alguien más podría estar con ella, Aegea abrió su gran bocota sobre el beso con Potter.
—¡Adelaide! —La rubia giró a ver a su amiga exaltada. —¡Lo besé, Addy! ¡Yo! ¡Yo besé a James!
Aegea tapó su rostro con sus manos esperando la respuesta de su amiga pero no escuchó nada. Lentamente separó sus dedos y aún con sus manos en la cara, pudo observar a la rubia, pero no estaba sola. Adelaide, Euphemia y Sirius estaban tomando el té juntos.
—¿Qué tú qué? —Adelaide preguntó atónita.
—¡Besaste a James! —Sirius exclamó emocionado. —¡Por Merlín, esto es bueno! Euphemia te presento a tu nuera.
Y en ese instante Aegea sintió su corazón ausente, palideció y lentamente fijó su mirada en la madre de James.
—Euphemia, yo...
La diosa quiso explicarse, pero la mujer mayor se acercó rápidamente a ella y tomó su rostro entre sus manos para apretujarlo.
—¡Mi niña! —Euphemia estaba sonriente. —Sabía que lo tuyo con James era más que una amistad. Se ven tan lindos juntos.
Aegea volteó a ver a Adelaide, aún con su rostro entre las manos de la señora Potter y su amiga solo se encogió de hombros divertida.
—Cuéntanos, querida, ¿cómo fue? —Aegea fue atraída por la mujer hacia la mesa de té.
—Eh, yo...
—Cuéntanos todo, Aegea, las chicas y yo queremos saber. —Sirius cruzó sus piernas y se apoyó en la mesa para escuchar mejor a la griega.
La diosa se trató de relajar, no iba a ser tan malo contarle a Euphemia, después de todo ella irradiaba una energía maternal. No se sentía tan incómoda, pero igual era un poco raro para ella.
