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LA MANSIÓN DE LOS POTTER ERA ENORME PERO A LA VEZ ACOGEDORA. La verdad es que Euphemia se había encargado de convertirla en un lugar familiar, con retratos por todos lados, pero a la vez era muy elegante. James no era una persona que presumiera sus lujos, de hecho si no fuera por su apellido, nadie sabría de sus comodidades en la vida.
Por la mañana del día de la cena, Aegea y Adelaide se levantaron más temprano que los chicos y ayudaron a Euphemia a cuidar de su pequeño jardín. Luego las tres desayunaron juntas y el resto de su mañana fue bastante tranquila hasta que los cuatro merodeadores despertaron.
James y Aegea habían salido al gran patio del lugar donde habían estado conversando hace ya un rato solos. Inicialmente estuvieron hablando con todos sus amigos, pero ellos se empezaron a retirar dejándolos solos.
—Oye, Gea... —Potter llamó la atención de la diosa, quien se había distraído con un pequeño Bowtruckle que apareció por el lugar. —¿Qué es lo que me ibas a decir ayer pero el metiche de Sirius no dejó que me terminaras de contar?
—Oh... eso. —Aegea se quedó en silencio unos segundos meditando si decirle o no a James su pequeño secreto.
Tenía muchos nervios, era la primera persona a la que se lo diría. Ni siquiera su mejor amiga sabía de toda esa situación, pero fue de golpe que se le ocurrió el día anterior contarle al de lentes. No es que no confiara en él, pero tenía miedo de que se enojara o la rechazara. Aunque claro, siempre podía solo borrarle la memoria, pero por alguna razón Aegea ya no se sentía cómoda haciendo eso, mucho menos a James.
—Lo siento, si no quieres decirme no hay problema. —Se apresuró a decir Potter. —Lamento haber sacado el tema así.
—¿Qué? —Aegea se desconcertó por un momento. —No, no te preocupes, James. Creo que ya es tiempo de que lo sepas y estoy harta de seguir ocultándolo. Solo prométeme que no te alejarás... por favor.
—Ni una enfermedad mortal podría alejarme de ti, Gea.
La diosa se sonrojó pero luego volvió a concentrarse en la conversación.
—Verás, creo que recuerdas a mí familia, lo complicada, reservada y numerosa que es. —James asintió y Aegea siguió hablando. —Suena muy, pero muy falso esto, estoy clara de eso, pero tienes que creerme, ¿vale?
