«Sin importar cuántas veces cayera, me levantaba todas y cada una de ellas.
No iba a parar de intentarlo.
Nunca.»
[ TRILOGÍA MORTAL - LIBRO I ]
OBRA PROTEGIDA BAJO DERECHOS DE AUTOR.
Prohibida su copia, adaptación, distribución, total o parcial en...
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CAPÍTULO 2
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La última clase terminó y todos estaban recogiendo sus cosas para irse. El reloj marcaba algunos minutos más de las seis de la tarde y éramos de los pocos que aún quedaban en la academia a esa hora.
Mientras las voces del resto ingresaban a mis oídos, yo guardaba las vendas de boxeo dentro de mi desgastada mochila color café. No tenía mayor plan, que terminar de recoger mis cosas e ir a mi habitación para descansar.
Pero alguien tenía planes diferentes a los míos. Y, esa era Cassandra.
—Estás tan callada como siempre...
Al escuchar su voz, mis dedos se tensaron sobre las correas de la mochila, al igual que lo hizo mi mandíbula. Me giré hacia la rubia y la miré de forma inexpresiva, mientras que en sus ojos se encendía esa chispa burlesca que siempre ardía en ellos.
—¿Se supone que debería decir algo? —cuestioné.
Ella alzó los hombros ligeramente, en señal de desentendimiento.
—No entiendo por qué te molestas conmigo.
—¿De dónde sacas que estoy molesta contigo? —pregunté, negando ligeramente con la cabeza.
Un bufido corto escapó de sus labios.
—¿Qué no es obvio? —Su voz fue inquisitiva y burlesca.
Fruncí el ceño de forma leve.
—¿Crees que sabes lo suficiente de mí como para sacar conclusiones?
—No lo sé —Su mirada azul se paseó por la mochila abierta sobre el banquillo—. Siento que me detestas solo porque te gano siempre. Hoy te ofrecí ayuda para ponerte de pie y la rechazaste —Se cruzó de brazos y movió suavemente la cabeza, en un gesto negativo—. Yo no tengo la culpa de que pierdas, Beatríz.
—Hay algo en lo que te equivocas y algo en lo que tienes razón —respondí, mirándola a los ojos—. No te detesto, Cassandra, pero tampoco eres mi compañera. Eres mi oponente en el combate y el hecho de que ganes no habla de tus habilidades, sino de las mías. No enfoco mi atención en la perspectiva que pueda tener, o no, de ti; sino en lo que puedo hacer yo para mejorar.
Ella soltó un sutil resoplido y sonrió de la misma manera.
—Pues, para ser la hija de los directores, creo que deberías estar en un nivel superior a todos nosotros, ¿no?
La tensión con la que mis dedos se agarraban a las correas se volvió aún mayor, tanto como el calor que recorría el tracto desde la garganta hasta mi estómago.
