Agente Mortal

CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 19

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Mis oídos alcanzaban a filtrar ciertos sonidos en aquel momento, sonidos que, aunque no lo quisiera, identificaba perfectamente. Eran como susurros que mi cabeza se esforzaba por apartar, pero no lo conseguía; los sollozos de algunas de las personas que estaban siendo rescatadas.

También percibía el movimiento que había a mi alrededor, pero mis ojos estaban en un punto fijo, tan inmóviles como el resto de mi cuerpo. Se habían quedado clavados en el piso, donde ahora se escurría un charco de sangre espesa.

Cuando tragué saliva, mi garganta dolió, pero, más que eso, la sensación que más molestaba era esa de calor que se envolvía alrededor de ella, como si el aire quemara. Y parecía ser que mi cerebro estaba buscando excusas, aferrándose a cualquier sensación física que mi cuerpo experimentara para anclarse a ella y no pensar en la terrible imagen ante mí.

Pero eso era imposible.

Todavía con aquella expresión ausente que se adueñaba de mi rostro, miré cómo uno de los agentes de nuestro equipo se acercaba al cuerpo del hombre sin vida, para cubrirlo con un trozo de lona que estaba a uno de los costados de la habitación.

Al ver la escena, una de las mujeres que acababa de ser liberada corrió la mirada y cerró los ojos con fuerza, aunque las lágrimas seguían colándose a través de sus pestañas. La agente que la estaba socorriendo pasó una mano detrás de su espalda, guiándole a la salida y murmurándole algo que no alcancé a escuchar. Tan solo vi de soslayo cuando pasaron a mi lado.

Unos instantes después, vi una figura masculina instalarse frente a mí. Mis ojos escalaron hasta su rostro con lentitud y estaba segura de que el mío continuaba vacío, como un lienzo en blanco. Irónicamente, aquello conseguía reflejar cómo me sentía.

Los ojos azules de Carter buscaron a los míos hasta que los encontraron. Entonces, él habló.

—El equipo de rescate llegará en unos minutos —dijo. Su voz era baja, suave—. Es mejor que esperemos afuera.

Las palabras tardaron algunos momentos en salir de mis labios. Incluso, pensé que ni siquiera lo harían.

—Pero tú estás ayudándolos —Me referí a los demás agentes.

Y, más sorpresivo que el hecho de que las palabras llegaran a escapar de mi boca, fue el escuchar mi voz apagada, casi tan débil como un susurro. No la reconocí.

—No, no es necesario que esté aquí ahora —respondió—. Puedo acompañarte.

Mi cabeza no alcanzaba a formular alguna clase de protesta o excusa en aquel momento, ni siquiera sabía por qué tendría que haberlo hecho. Simplemente, no podía pensar en nada. Solo contesté con una afirmación. Y justo en el momento en el que mis ojos se desviaron hacia el cuerpo cubierto por la lona, Carter me hizo un pequeño gesto con uno de sus brazos, invitándome a caminar.