CAPÍTULO 15

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CAPÍTULO 15

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CAPÍTULO 15

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Varios días después, cuando era la hora del almuerzo, Chelsea fue a verme a mi habitación. Había terminado mis entrenamientos matutinos y acababa de tomar una ducha. Tenía la opción de ir al comedor, o pedir que me llevaran la comida al dormitorio. Había elegido la segunda en todos los días que llevaba en C.E.L.E.S.T. Me gustaba la tranquilidad del silencio y, además, yo no era buena interactuando.

Sin embargo, Chelsea tenía otros planes para mí ese día.

—Espero que no te moleste que esté aquí —dijo ella, con una sonrisa, cuando le abrí la puerta.

Negué con la cabeza y esbocé una pequeña sonrisa también.

—Por supuesto que no, Chelsea —Me hice a un lado para que ella pudiera entrar—. Adelante.

La castaña tomó un largo suspiro y ladeó el rostro un par de veces.

—En realidad, estoy aquí porque quiero invitarte a almorzar —expresó, entusiasmada—. Algunos de los chicos nos reunimos a esta hora en el comedor para charlar un poco y me pareció buena idea que vinieras conmigo, así vas conociendo a algunas personas.

Entreabrí los labios, sin decir nada por algunos momentos.

—Ya he conocido a algunas personas —murmuré—. Te lo agradezco, pero creo que estoy bien así, Chelsea.

Sin embargo, ella no dudó en insistir.

—Entiendo, pero este es un lugar muy grande y con mucha gente, Beatríz —Esquinó una sonrisa. Un hoyuelo se marcaba en su mejilla—. También fui nueva en este lugar hace algún tiempo y creo que tener algunos amigos hace que uno se sienta mejor aquí.

Bueno, suponía que Chelsea tenía razón en ello. Así debía ser para la mayoría de las personas, pero mi caso había sido muy diferente toda la vida. No sabía cómo acercarme e iniciar una conversación. Menos aún, como empezar una amistad con alguien. Además, mi experiencia con las personas no había sido buena.

Eso me orillaba a resistirme a la idea y declinar en su propuesta, pero los ojos mieles de Chelsea mostraban verdadera ilusión porque yo la acompañara y debía reconocer que ella siempre se portó de una forma amigable conmigo. Ni siquiera se mostró recelosa por la manera en la que yo llegué a C.E.L.E.S.T.

Y, aunque la idea de socializar no llamara mi atención, me habría sentido culpable después si le hacía un desprecio.

—De acuerdo —acepté, finalmente.

Ella sonrió todavía más, mostrándome sus blancos dientes con emoción.

—¿Vamos, entonces?

Moví la cabeza en un asentimiento y salí del dormitorio después. Ambas nos dispusimos a caminar por el pasillo, hacia el elevador.

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