«Sin importar cuántas veces cayera, me levantaba todas y cada una de ellas.
No iba a parar de intentarlo.
Nunca.»
[ TRILOGÍA MORTAL - LIBRO I ]
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CAPÍTULO 1
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BEATRÍZ RUSSELL
Semanas antes...
—¡Vamos, Cassandra! ¡Acaba con ella!
Mientras la presión que Cassandra ejercía sobre mi cuerpo se tornaba cada vez más fuerte, alcancé a escuchar la voz de Jayden, uno de mis compañeros.
Todos miraban la pelea desde el otro lado del salón. Se trataba de un «combate libre» hasta cierto punto, ya que no podíamos ir fuera de los parámetros establecidos para no dañar a nuestros contrincantes; más sí podíamos usar maniobras de diferentes disciplinas en conjunto.
—¿Lista para rendirte? —preguntó mi adversaria, burlesca, al tiempo en que colocaba mi brazo en una posición más incómoda, detrás de mi espalda.
La presión que ejercí en mi mandíbula caló desde la superficie de mis dientes, hasta las raíces.
—Sabes que jamás voy a hacerlo —Apenas logré decir. Sentía que mis pulmones ardían.
Pero poco fue el efecto de mis palabras sobre sus acciones. Cassandra presionó aún más la llave y, en un movimiento rápido, me hizo girar. Su cuerpo quedó bajo el mío y atrapó mis piernas con las suyas. Me tenía neutralizada por completo.
Ella era quien dominaba la situación.
Mientras el corazón estallaba en latidos que producían eco hasta mi garganta y mis sienes, sus piernas apretaban mis muslos y los colocaban en una postura extremadamente dolorosa. Cada uno de mis intentos por zafarme fueron en vano, el dolor tan solo aumentaba y me estaba costando respirar.
Inhalé el aire tan fuerte como pude, pero el oxígeno se negaba a llegar a mis pulmones. Entonces, palmeé su hombro, dándome por vencida.
Necesitaba parar, o terminaría por asfixiarme.
Tan pronto como ella aflojó su agarre, mis oídos se llenaron de gritos de festejo. La manera en la que mi pulso desbocado formaba un zumbido en mi cabeza y se mezclaba con las exclamaciones eufóricas de mis compañeros consiguió aturdirme por un segundo, alejándome, apenas, del dolor y el adormecimiento que recorrían mi cuerpo. Pero después, todo estalló en intensas sensaciones que se adueñaron hasta la última molécula de mi anatomía.
Mientras el dolor circulaba por mi cuerpo como si fuera veneno, todos celebraban una victoria más de Cassandra Jones.
Ninguno de mis compañeros, en su mayoría hombres, habían logrado vencerme; así como yo tampoco le había ganado un solo combate a Cassandra.
