CAPÍTULO 32

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CAPÍTULO 32

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CAPÍTULO 32

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La recuperación de Mike y de Luce había sido abismalmente rápida. Luego de unos días más, ellos se encontraban en un estado favorable al que, en otras condiciones, habría tomado mucho más tiempo llegar.

Y aunque aquellas eran excelentes noticias, también implicaban algo que, inevitablemente, me generaba cierta tristeza:

Había llegado el momento de despedirme de ellos.

—¿Y en serio peleas? —preguntó Mike, con los ojos bien abiertos.

Su voz entusiasmada despejó la incipiente bruma que se formaba en mi cabeza, ocasionada por mis sentimientos. Llevaba algunos minutos conversando con ellos. Él había logrado sacarme cierta información sobre mi vida y estaba más intrigado que nunca.

—Combato —corregí, con una sonrisa pequeña.

—¡O sea que das golpes, patadas, puñetazos! —exclamó, haciendo gestos exagerados con las manos.

—Hay bastante de eso —concedí, esta vez con un rastro de diversión en mi tono.

—¿Y no te duele? —intervino Luce, por primera vez en mucho rato. Sus ojos color jade me miraban con sorpresa e incredulidad.

—Al principio, sí. Pero luego se vuelve parte de la rutina.

Ella negó rápido y pareció espantada por mis palabras. No parecía interesarle en lo más mínimo tomar un camino similar. Y no la culpaba, no era cosa sencilla.

—¡Yo sí quiero ser como tú! —profirió Mike—. Así, nadie volverá a golpearme jamás.

Escuchar ese tipo de comentarios siempre lograba causarme un tirón en el pecho. De la misma manera, eran un recordatorio de lo que yo debía hacer por ellos. El trabajo no terminaba con Mike y Luce sanando y encontrando una nueva familia, porque luego otros estarían en su lugar y jamás habría un fin. Mi trabajo, mi deber, era dar el corte definitivo al ciclo.

—Oye, no volverán a golpearte —Lo miré directo a los ojos—. Vas a estar bien.

Él torció la cabeza de un lado a otro, mientras hacía una mueca.

—¿Y si los hago molestar? Siempre que hacía molestar a alguien, me golpeaba.

—Eso no va a suceder —aseveré—. Van a estar con buenas personas —Dirigí también la mirada a Luce—. Confíen en mí. Ya no habrá más dolor.

Ella asintió, con una sonrisa que llegaba a provocar hoyuelos en sus mejillas. La inocencia relucía en sus ojos, como si estos fueran el firmamento donde se plasmaba el brillo de las más bonitas estrellas. Luce, a pesar de los escenarios terribles en los que la vida la había colocado, aún tenía esperanza.

Agente MortalWhere stories live. Discover now