CAPÍTULO 34

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CAPÍTULO 34

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CAPÍTULO 34

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La mirada de Bertone se llenó de temor y consternación. Por supuesto, él jamás esperó que truncaríamos su plan. Apenas comenzaba a ser consciente de todo lo que pasaría. Aunque, claro, él tampoco podía pensar con plena claridad por el dolor que sentía. Si Carter torcía un poco más su brazo, terminaría por provocarle una fractura.

—Levántate, imbécil —ordenó el castaño, mientras lo obligaba a ponerse de pie, aún sin soltarlo.

Bertone se incorporó como pudo, soltando un nuevo gruñido por el malestar. De esa manera pude registrar su ropa y quitarle el otro revólver que portaba. Pero eso no fue lo único que hice.

Una corriente gélida me acarició la espina dorsal cuando apoyé mi arma en su cráneo.

—Por favor, no —pidió, con voz entrecortada.

Estaba asustado, pero él no tenía la más mínima idea de lo que era el miedo de verdad. Él no había vivido el terror que implicaba el caer en manos de asesinos que te torturarían y te quitarían los órganos, para después dejarte morir en un edificio abandonado, a sangre fría y sin contemplaciones.

—Harás lo que te diga —pronuncié—. Camina.

Él asintió. Leves sonidos escapaban ocasionalmente de su boca trémula. El rubio se giró en la dirección contraria, mientras Carter seguía reteniéndolo. Nos dirigimos al área trasera del edificio, ahí se encontraban las escaleras de metal que conducían a la salida.

—Las camionetas están en camino. Llegarán pronto. ¿Qué quieren que hagamos? —insistió Eric.

—Esperen a mi señal, Eric. Saldré en una de las camionetas de C.O.A.A.T. Haré que me sigan —respondí, por lo bajo.

—Deben actuar rápido, chicos. No falta mucho para que reactiven las cámaras de seguridad —intervino Chelsea.

—Y el tiempo corre. La subasta ya comenzó —agregó Mitchell—. Personalidades importantes y con muchísimo dinero se congregan en el salón principal ahora mismo.

—Lo tenemos controlado —respondió Carter.

—¿Q-Qué quieren que haga...? —tartamudeó Bertone. El aire parecía estar cada vez más ausente en sus pulmones.

—Vas a decirle a tu compañero de vigilancia que se dirija al pasillo a revisar una avería en las cámaras de seguridad, mientras tú te quedas aquí —hablé, todavía sosteniendo el arma contra su cabeza—. Cuando lleguen los hombres de C.O.A.A.T, actuarás como si nada estuviera pasando.

—¿Qué pasará si no lo hago?

No respondí a su pregunta, tan sólo le retiré el seguro al arma y la apoyé con más fuerza sobre su cráneo.

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