CAPÍTULO 7

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CAPÍTULO 7

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CAPÍTULO 7

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Jeanette estiró sus extremidades y se abrazó a sí misma después, mientras bostezaba. Su mirada adormilada pasó por los húmedos ladrillos de las paredes húmedas a nuestro alrededor, hasta que se encontró conmigo.

Yo desperté un rato antes, pero me mantuve en mi lugar, esperando que ella lo hiciera igualmente. También estuve pensando. Eso fue lo que hice toda la noche y la madrugada, hasta que, en algún punto, el cansancio me venció y cerré los ojos por algún rato.

Pero después desperté, no en la comodidad de mi cama, no bajo la protección de las paredes de mi habitación. Desperté en la hostilidad de aquel callejón sin salida, cubriéndome del frío no más que con mis propios brazos. Desperté sin las certezas que me acompañaban todos los días.

En más de una manera, desperté.

—Buenos días —Jeanette bostezó por segunda vez, tallando sus ojos con los puños. Luego estiró sus extremidades y frotó sus brazos con ambas manos. Todavía parecía estar despertando, porque, cuando volvió a mirarme, en sus labios se formó una sonrisa—. No te fuiste.

—No te dejaría sola en este lugar —contesté, con franqueza.

Su sonrisa se ensanchó un poco más, hasta que me mostró sus dientes.

—Entonces, ¿hoy sí me vas a contar cómo es que se te da tan bien eso de patear culos? —curioseó.

Un suspiro largo salió de mis labios y alcé los hombros ligeramente.

—Aún no quiero hablar sobre ello.

—Bueno, entonces, aquí tenemos a alguien que habla poco —Apuntó ambas manos hacia mí—, y a alguien que habla demasiado —Se señaló a sí misma—. Y, ¿sabes qué me da hambre? Hablar. Vamos a buscar el desayuno, caminamos y, quien sabe, quizá y quieras hablar un poquito más... Y contarme.

Las expresiones de Jeanette eran tan cambiantes y repentinas, que me tomaban por sorpresa. Su rostro aún reflejaba sueño, pero la chispa de su personalidad estaba encendida y algo me aseguraba que no se apagaría hasta que ella volviera a dormirse.

Con una débil sonrisa, hice un gesto con la cabeza, entonces ella frotó sus manos y se colocó de pie para recoger los cartones sobre los cuales durmió antes. Yo debía hacer lo mismo, pero tan pronto como intenté incorporarme, el dolor se extendió como un rayo desde los hombros hasta el centro de mi espalda.

Tensé la mandíbula y me esforcé por ignorarlo. Estaba más que consciente de que no había descansado de la manera correcta después de la pelea del día anterior, pero no había nada que pudiese hacer al respecto en ese momento.

Agente MortalWhere stories live. Discover now