CAPÍTULO 5

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CAPÍTULO 5

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CAPÍTULO 5

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El instante en el que Cassandra y mi padre se unieron en un beso, sentí la rabia estallando dentro de mi cuerpo; una estampida que me impulsó a escapar de la parálisis en la que me sumergió el desconcierto y que me hizo empujar la puerta frente a mí.

Y, claro, ambos se separaron de inmediato. Ninguno de los dos esperaba ser interrumpido. Tan descuidados fueron, que ni siquiera cerraron la puerta del todo. Y tan poco era lo que mi padre me conocía, que no creyó que iría a buscarlo.

Más que eso; no le importó que lo hiciera. No le interesaba verme.

Mis manos luchaban por mantenerse rígidas a los costados de mi cuerpo, sin demasiado éxito, pues comenzaban a temblar. Y, mientras tanto, sus rostros lucían pálidos, como si les hubiesen sacado toda la sangre en un instante. Los labios de Cassandra estaban entreabiertos y sus ojos azules se hincaban en los míos con desconcierto.

¿Y él? Él lucía avergonzado.

—Beatríz, hija... —Mi padre se separó de Cassandra e intentó acercarse a mí.

Pero yo di un paso hacia atrás.

Cada línea de mi rostro se afilaba por la ira que pulsaba profundo bajo mis costillas, convirtiéndose en dos ojos furiosos; que se fijaban en él como si fuese un perfecto desconocido.

—¡Acabas de recordar que tienes una hija! —espeté, con la voz repleta de amargura e ironía.

Él negó ligeramente con la cabeza. El tono castaño de su mirada se vio cubierto por una ligera capa cristalina. Era la primera vez que veía una expresión de sentimientos en él desde que mi madre murió. Solía creer que una parte de su corazón fue sepultada con ella, pero me obligaba a creer que aún había algo qué rescatar en él.

Solía creer tantas cosas. Y estaba tan equivocada.

—Yo nunca lo he olvidado —En su voz ardió una promesa que tan solo me supo a mentira.

Una sonrisa sarcástica y atestada de rabia se trazó en mis labios.

—Deja de ser tan hipócrita por un momento —escupí. Y su rostro se desencajó, como si lo que decía le doliese—. ¡He pasado cada día en los últimos malditos cinco años intentando acercarme a ti! ¡Te he estado gritando, rogando, todos los días para que voltees a verme un segundo y recuerdes que también estoy aquí! ¡Que no morí también! —Negué en un movimiento fugaz. Mi cabeza daba vueltas, hacía que mi vista se volviera borrosa. O, tal vez, era el ardor en mis pupilas el que lo ocasionaba—. Me hiciste a un lado y jamás te reclamé porque creí que no había nada que te importara después de que ella se fue.

Agente MortalOnde histórias criam vida. Descubra agora