«Sin importar cuántas veces cayera, me levantaba todas y cada una de ellas.
No iba a parar de intentarlo.
Nunca.»
[ TRILOGÍA MORTAL - LIBRO I ]
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CAPÍTULO 29
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Los jets de rescate con equipo médico llegaron pronto por nosotros. Habían logrado estabilizar los signos vitales de la niña y el más pequeño, pero el mayor de ellos no se encontraba en la misma situación. Su estado era crítico. Los tres necesitaban la Energía Beltts con urgencia.
Tampoco se conocía con exactitud qué tan graves eran sus heridas. Solo las camas de representación holográfica con la tecnología de Hanson darían un diagnóstico completo.
El paso estaba restringido a la zona del ala médica en donde los niños se encontraban. Hanson tenía bastante trabajo por hacer. Por esa razón, los agentes que llegamos de la misión fuimos revisados por algunos de sus asistentes. En todo aquel tiempo, no pude mantener mi mente en calma. Sentía que el corazón me palpitaba en la garganta y una capa de sudor frío humedecía las palmas de mis manos.
Aún después de ser revisada, me mantuve en el lugar. Había una pequeña sala de espera, que contaba con unos pocos asientos. Las manos estaban juntas en medio de mis rodillas y mi vista encajada en ellas. No era la única ahí. Morgan ocupaba el asiento a mi lado.
—Beatríz, comprendo tu preocupación —dijo él—. Pero, al mismo tiempo, debes recordar que tú misma eres una fiel prueba de las capacidades de Hanson y su trabajo.
El Director mantenía una postura de seguridad ante la situación, pero podía leer entre líneas y darme cuenta de que él también estaba intranquilo por la situación de los niños.
—Morgan, si esos niños mueren, yo...
—No hay que adelantarnos —Me detuvo—. No es momento para alterarse.
Tragué saliva y levanté la mirada en su dirección.
—¿Existe una forma de mantener la calma después de algo como esto? —inquirí—. Morgan, son niños de los que estamos hablando.
Él asintió.
—Soy consciente de eso —aseguró—. Y también sé que eres una mujer inteligente. Conoces la importancia de pensar con claridad.
Tomé un breve suspiro y de nuevo aparté la mirada. Sí, sabía lo importante que aquello era, pero ya había visto mucho más de lo que podía sopesar. Lo que estaba sucediendo con estos pequeños superaba cualquier límite.
—¿Cómo aprendiste a manejarlo? —pregunté, en voz baja.
Un breve silencio se instaló entre ambos. Incliné el rostro de forma leve, apenas soslayando la mirada hacia él.
—Dijiste que pasaste por esto antes —agregué.
Noté de reojo cómo era Morgan quien esta vez aprisionaba el aire en sus pulmones, para después trasladar su atención a la pared blanca que yacía frente a nosotros.
