CAPÍTULO 4

9 1 1
                                    


IMÁGEN DE FIORELLA:

Mi mente ahora estaba en blanco, dejando mis recuerdos a un lado.

Estaba en la normalidad. Había personas, pero esos tipos ya no estaban.

Podía ver cómo las personas de ahí, me miraban extrañados. Pero, no me importaba. Lo único que quería era gritar y gritar hasta lo más profundo de mi corazón.


Siento una pequeña mano posar sobre mi hombre, a lo que dirigí mi mirada hacia aquella persona.

Era una chica, delgada, rubia, con ojos marrones claros.

- ¿Estás bien? - Parecía preocupada, pero su voz era muy dulce y delicado.

- Am-h, sí. Estoy bien, gracias. - Respondí, poniendome de pie.

- Soy Fiorella. - Extendió su mano de forma amistosa, presentandose.

- ¡Oh, un gusto! Soy Isabella. - Correspondí a su saludo tomandonos de las manos, cuando ambas sonreimos.


- Supongo que te vas al salón de ciencias, ¿verdad?

- Sí - Rodee los ojos.

- No eres la única que lo odia, tranquila. - Reí ante su comentario.

•••

La hora ya había terminado, así que solo tenía que esperar a mamá para que me recoja.

No veía su auto, ni tampoco alguna señar de un mensaje o llamada. Pero decidí esperar.

Me senté en uno de los últimos escalones del colegio, al tanto de poder ver llegar a mamá.

Habían pasado diez minutos y nada.

¿El tráfico o el trabajo?

Unos pasos aproximados de fondo, había sentido.

Vi al mismo tipo de capucha negra recorrer siempre la escuela. Parado de frente, a varios metros de mí.

Me quedé paralizada.

Me atreví a acercarme un poco hacia el extremo. Él no se movía, su cuerpo estaba firme y algo tenso. La oscuridad de la noche, me impidía verlo con claridad, al igual que las calles. Solo los pequeños faroles antiguos, alumbraban algo.


Finalmente estaba a un metro de mí, cuando sentí ese mismo escalofrío espeluznante de hoy. Se me puso la piel de gallina, mi piel helaba de miedo y mi boca estaba sin aliento.

- ¡Hola! - Estaba nerviosa sumamente temnlorosa, pero le sonreí falsamente. - ¿Cómo te llamas?

Él no contestó.

Escuchaba bocinazos de un coche, a lo que mi vista llamó la atención, mamá.

Volví a la mirada donde se encontraba él, ya no estaba. Se había ido. Regulé unos segundos mientras de fondo seguía esos insoportables bocinazos. Me estaba fastidiando.

Fui directo al coche, ignorando todo lo que había pasado hace unos minutos y entré.


- Lo siento hija. Me he quedado dormida y no pude llegar a tiempo.

- Está bien, mamá.


HOUNDTERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora