CAPÍTULO 11

2 2 1
                                    


- Te veo muy nerviosa. - Su voz ahora cambió a una seductora. Su hombro estaba recostado en el marco de la puerta posando.

- No, para nada. - Hablé normal, tratando de no revelar mi nerviosísmo.

- ¿No puedes dormir?

- No. - Fastidiosa dije. - Saldré de casa. Quiero caminar. - Me crucé de brazos.

- Te acompaño. - Sonrió coqueto, cogiendo su chaqueta que estaba tirada en la cama.

•••

La noche estaba fresca y no había llevado abrigo, ni tampoco mi celular.

¡Carajo!

Nos dirigímos al centro del pueblo. La luz que alumbraban las pequeñas calles, solo eran las numerosas farolas clásicas. No había nadie allí, solo eramos Noah y yo.

¿A quién se le ocurriría salir a las dos de la madrugada? Pero, qué mas da.

Vi una heladería abierta, donde imaginaba deliciosos gustos de helado.

Mi panza pedía a gritos algo en mi estómago.

- ¿Hambre? - Preguntó Noah.

- Mucha.

Noah sin más se dirigió a la heladería, yo iba detrás de él siguiendolo.

Pedímos diferentes sabores. Yo chocolate y vainilla. En cambio, Noah pidió solo un gusto. Fresa.

Salimos y nos sentamos en un asiento público que daba frente a una plaza de juegos.

Quería preguntarle muchísimas cosas, pero algo no me daba el valor de preguntarle. Solo, el silencio se volvía muy incómodo.

- ¿Quieres preguntar algo? Porque veo que sí. - Se dio cuenta.

Suspiré.

- Sí, y muchas. - Sin sacar mi mirada hacia el frente, que miraba un punto fijo.

- Pues, adelante. Sácate tus dudas.
- Me sonrió.

- ¿Tienes alas?

- ¿Miras demasiadas películas? - Rió.

- Solo contestame la pregunta. - Mi cara se volvió a una seria y curiosa a la vez.

Él me miró a los ojos, analizandome.

- Sí.

- ¿Me las puedes mostrar? - Pregunté.

- No.

- ¿Por qué?

- Porque no. - Respondió directo.

Rodee mis ojos, rendida.

•••

Fue largo el viaje, estaba cansada.

Pero él, se veía todo lo contrario. Estaba intacto. Y claro... ¿qué pregunta es esa?

Es un demonio.

Subí las escaleras y me dirigí a mi cuarto, cuando escucho pasos aproximados hacia mí.

Sabía que era él.

Voltee para mirarlo y lo encontré ahí, recostado en el marco de la puerta y un pie cruzado entre sí. Una pose y silueta, sin duda, perfecta.

- Descansa Isabella. - Me sonrió.

- Gracias. - Mi voz sonó seca y fría. - Y tú... ¿Qué harás? - Le pregunté confusa. Preguntandome que haría él ahora. No quería que se quede aquí conmigo. No quiero a un tipo extraño en mi casa, ni mucho menos a un demonio.

- Yo estaré abajo. Dormiré en el sofá.

- Oh, no creas que te quedarás aquí conmigo. Ni en tus sueños. - Ya estaba algo molesta. No quería que me invadan mis espacio personal. Quería estar sola.

- Eso no lo decides tú. Lo decido yo. -  Creyendose mejor que yo.

- Tú no decides por mí. - Le levanté la voz.

- Tú eres menor de edad o ¿te haz olvidado? - Elevó una ceja. - Apenas tienes diecisiete años y yo tengo veintiuno. - Rió.

- Tú no eres nadie para mandarme.

- Eso ya lo veremos...



HOUNDTERSWhere stories live. Discover now