CAPÍTULO 34

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Habían pasado ya dos semanas desde el beso con Noah, pero todavía no cambiaron las cosas. Seguía siendo lo mismo.

Miradas y toques con deseos, pero nada más desde entonces.

Tal vez...

¿No le gustó el beso...?

•••

-

Necesito que te concentres. - Me dijo con autoridad a lo que me enfurecía cada vez más.

- Necesito... agua, Noah. - Jadee con mis manos cansadas en las rodillas.

Negó con la cabeza. - Aún no.

Una patada ágil detrás de mi rodilla, hizo que casi cayera al piso.

Suspiré frustrada.

- Más equilibrio.

- No es tan fácil. - Dije entre dientes.

- Entonces concentrate.

Ambos nos observabamos nuestros movimientos, formando un círculo con algo de distancia, a lo que me acerqué para atacar.

Con ambas manos que sostenía la grande y pesada espada plateada, que brillaba con la poca iluminación de aquél gimnasio espacioso, quise apuntarlo al estómago, pero lo esquivó de un vuelo.

Cerré mis ojos con fuerza, tratando de calmar la rabia que tenía, al no poder hacer nada bien. Voltee a mirarlo de nuevo, y seguía intacto. Sin sudar, sin agotamiento, siempre firme y seguro.

- No te frustres, Drey. - Sacó una sonrisa burlona.

- Cállate, Noah. - Respondí directa calmando mi respiración agitada.

Soltó su espada y me dejó ver sus manos libres a lo que me sonrió. - ¡Vaaaleee! - Lo tomó algo gracioso.

Una voz masculina se escuchó detrás de la grande puerta gris de allí, cuando me quedé extrañada y mis instintos, decían que no era algo bueno.

Miré a Noah, frunciendo el ceño.

- Debemos irnos. - Su cara parecía que tomaba algo en gracia. Pero honestamente, no lo entendía.

- Pero, ¿no era que eras amigo del dueño?

- Claro que no. Además este lugar es ilegal. - Saltó una risita muy baja, pero yo estaba algo molesta. No quería meterme en problemas. Me había mentido.

Noah abrió inmediatamente el gran ventanal de allí, que daba a tres metros de altura al suelo. Lo que me imaginé que se le ocurrió la brillante idea de saltar hasta abajo.

¿No iba a saltar o si?

- Bajaré primero.

- ¿No saltaremos, verdad? Ni en tus sueños... - Susurré molesta para que no nos escuchen.

- No tienes opción, ¿o si? - Tenía razón, no teníamos otra salida. Era la única opción que teníamos. O saltar del ventanal de tres metros o dejar que me pillen por el dueño.

El golpe de un impacto de fondo, me sacó de mis pensamientos. Me había imaginado que Noah ya había saltado.

Voltee a ver abajo, desesperada por salir de ahí. La voz del hombre estaba cada vez más cerca y eso me hacía poner aún más nerviosa y ponerme en pánico.

- ¡Vamos Drey, salta!

Me quedé dudando si en verdad quería saltar, tenía miedo.

- ¿No dejarás que me caiga? - Mi voz sonó insegura.

- Te atraparé. Lo prometo.

Con dudas, salté con miedo, cuando sentí unas manos sostener todo mi cuerpo. Finalmente, Noah no me dejó caer.

- Te dije que te atraparía. - Su boca estaba a centímetros de mi rostro, sintiendo un cosquilleo suave en todo mi cuerpo.

Me bajó cuidadosamente, poniendome de pie.

•••

- ¿Por qué me mentiste? - Me crucé de brazos esperando su tonta respuesta.

- Necesitabamos un lugar tranquilo y grande para poder entrenar. Además, no me esperaba que vendría el dueño a las dos de la madrugada. - Sus palabras eran graciosas al decirlo. Honestamente, tenía la facilidad de hacer reír y enfadarme a la vez. Tiene un sentido del humor muy peculiar.

- ¿Y no me podrías haber traído a otro lugar? - Me encogí de hombros.

- No. - Sonrió dejando ver sus hermosos hoyuelos. - Debes estar agotada, descansa.

- Lo sé. - Saqué un suspiro agotado de mi boca, lo que él seguro se dio cuenta.

Las manos de Noah fueron directos a mis mejillas, con sus ojos clavados en mí, así quedar a centímetros de tocar nuestros cuerpos. Sus hombros relajados y muslos enfrentados a los míos.

- Lo hiciste bien, Drey. No te frustres... - Me regaló una sonrisa. - Aunque no lo aparentas, eres demasiada fuerte. Solo necesitas entrenamiento. - Asentí. - Ahora debes descansar, mañana será otro día y quisiera llevarte a conocer un lugar.

- Está bien. - Rodee mis ojos. Ahora mis ojos estaban clavados en sus labios, con el incondicional deseo de besarlo. De lo que me he dado cuenta, es que él también hacía lo mismo.

Besar

... Eso era lo que queríamos...


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