CAPÍTULO 8

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- ¿Estás bien? - Se vió preocupado. - Si quieres te llevo a tu casa, si así lo deseas. - Propuso.

- Sí, por favor. Te lo agradecería. - Lo dije timidamente con una sonrisa.

Estaba totalmente agradecida. Obvio que tenía que llegar cuanto más antes a casa. Mamá me mataría. El problema era...

¿Cómo le iba a decir todo? ¿Le diría que un psicópata entró a casa, me golpeó, mientras que otro me defendió y me llevo a su extraña casa? No, eso es una mala idea. Debo pensar una excusa. - Pensé.

Alex me llevó con su camioneta negra.

El viaje fue incómodo, demasiado. No sabía que decirle, cómo reaccionar. Él solo centraba su mirada en el camino y solo muy pocas veces dirigía su vista hacia la mía. Pero, la desviaba enseguida.

- Gracias... - Me quedé un momento recordar su nombre.

- Alex. - Terminó lo que iba a decir a lo que asentí y salí del coche.

•••

- ¡Mamá! - Esperaba con nervios y miedo una respuesta. Pero nada.

Insistí varias veces, pero la respuesta nunca la escuchaba. - ¿Mamá? - Me estaba preocupando.

Revisé la cocina, su habitación, living, mi cuarto, el baño y hasta el patio trasero de casa, pero no apareció.

¿Habrá llegado? Me estaba asustando ésto...

9:25pm de la mañana y ya debería estar aquí. Llamé a su móvil mil veces, y marca apagada.

Pero se me ocurrió llamar a la oficina, donde trabajaba. Podrán atenderme y despejar mis terribles dudas.

- Hola, soy hija de Marie.. Isabella. - Pausé. - ¿Me preguntaba si mi madre está todavía allí? - Soné asustada e insegura de mis palabras. Rogandole a Dios que estuviera todavía en la oficina por conflictos o bien retraso.

- ¡Oh! Hola, querida. No, tu madre salió hace una hora del trabajo. Se iba directo a casa, supongo. Estaba algo agotada y algo rara, tal vez. ¿Pasó algo? - Preguntó preocupada y curiosa a la vez.

- No, no es nada... Gracias igual. - Colgué inmediatamente.

¿Qué debía hacer? ¿Llamar a la policía? Sí, eso...

El oficial Jones me atendió a lo que pregunté por mi madre y conté lo sucedido.

- Mi madre no ha aparecido hace más de hora y no hay rastro de ella. Su teléfono me da ocupado. - Mi voz se volvía aún más agitada y daba vueltas por toda la casa con el teléfono en la mano.

- Marie Davis, tu madre... - Sonaba algo apenado. - Ella...

- ¿Qué? - Pregunté desesperada casi gritando. No quería oír nada de que algo le haya pasado a mamá. - ¿Le pasó algo? Habla oficial.

- Ella tuvo... un... - Suspiró algo lento, nervioso. - Un accidente.

Me quedé callada durante unos largos segundos, reflexionando todo.

¿Mi madre tuvo un... accidente? ¿Por qué me pasa todo ésto a mí? ¿Por qué? - Pensé cuando no me di cuenta que una lágrima recorrió mi mejilla.

- E...ella está bie...bien? - Sollozé.

- Lamentablemente, ella falleció hace unos minutos. El auto explotó y no pudimos hacer nada para sacarla de allí. ¡Lo lamento muchísimo!

Hice caer mi telédono, cayendo rendida al piso de rodillas. Sin ninguna otra expresión. Solo... dolor en mi pecho. Se cerraba, y no podía respirar.

Lloré y grité con todas mis fuerzas, gastando todas mis energías.

Mi madre... murió al igual que mi padre. No puedo quedarme sola.

¿Quién me cuidará, quién me dará amor todos los días, con quién me quedaré, qué pasará conmigo? Tenía mil preguntas en toda mi mente.

¡Quiero que vuelva, quiero que vuelvan!

No sé que me pasaba en la cabeza ahora mismo. No sé si sentía, dolor, sufrimiento, angustia, tristeza, desepción, tal vez todas. Me trataba de convencer que solo era un sueño. Pero tenía que aceptar la realidad.

Sentía las ganas de tirar todo y lo hice. Me levanté furiosa, y todo lo que tenía a mi alrededor, lo tiraba, lo rompia, lo hacía trizas.

Quería morir y nada de eso me lo iba a impedir.

Quería irme con ellos para siempre y lo único en la vida que quiero ahora mismo.

Estar sola aquí en un pueblo horrendo y estar sola sin padres y amigos, mejor no es estar aquí.

Tomó del suelo un pequeño vidrio que había roto, y con todo el valor del mundo, decidí cortarme mis pequeñas venas.

De un momento a otro, recordé cada recuerdo con mamá y papá, mi mejor amigo Austin y nadie más.

Pedía perdón a Austin, de ya no estar en éste mismo momento con él, sin siquiera despedirme.

•••

Al punto de hacerlo, los estúpidos recuerdos volvieron. Haciendome aún más capaz de cortarmelas.

Introduje el filoso vidrio en mi muñeca, dejandome ver esas azules venas dentro de piel, sangrar.

Una pequeña gota recorría mi piel hasta el suelo. Cuando una mano retiró cuidadosamente el vidrio de mis manos, dejandome ver una sonrisa perfecta y rostro hermoso.

Alex.

HOUNDTERSWhere stories live. Discover now