Defiéndelos

80 5 1
                                    


Como les dije con anterioridad soy buena recordando frases, recordando lo que me dicen y una de ellas es la voy a dejar por ti. Me costó años, a ver, que me costó tres exnovios para entender que Octavio no la va a dejar, tal vez no ama a Vanessa más que a mí o me ama menos. El problema de un hombre casado que engaña a su mujer y le dice te amo a la otra es que él ama más a su propio ser que a cualquiera de los dos.

Como les digo, a mí me lo decían y fue a los dieciocho años cuando me di cuenta de ello. Estaba yo en la playa, guapísima, medio desnuda con un bikini que Dios diseñó para mi cuerpo flacucho de la época, se me veía más hueso que carne, el pelo rubio largo de siempre y los ojos azules al sol. Veía el mar, con aquel baile maravilloso diseñado por dios, entre el agua y el viento las olas se acercan y se alejan rítmicamente, Octavio me abrazó por detrás y me sacó de mi ensoñamiento con un beso en el cuello y reí, encantada por sus muestras de afecto. Acarició todo mi cuerpo con sus manos que se sentían enormes y se sentían llenas de amor —amor que no conocía.

—Te amo—dijo Octavio.

—Demuéstramelo—Le pedí.

Octavio me cargó de la playa a nuestra habitación. Me dejó lentamente sobre la cama y me dijo que hacer el amor conmigo era lo mejor que le podía pasar y era lo que más expresaba cuando me amaba. Estaba repartiendo besos en cada espacio de mi piel, cada lunar, cada cicatriz todo mi cuerpo fue besado por sus labios y no hubo momento que sus manos y las mías no estuvieran en el cuerpo del otro.

Recuerdo haber estado besándonos mientras estaba dentro de mi cuerpo y decía que me amaba, que era lo mejor que le había pasado a su vida. El amor lo conoció conmigo y sí, es todo lo que quería escuchar a esa edad, es todo lo que quería que me dijeran y la forma en la que quería que me amaran desesperadamente.

—Octavio por qué me estás haciendo esto, ya déjala, yo me llevo la mejor parte de tu matrimonio; eso solo quiere decir que no me amas y mucho menos a ella.

—Milena, compararte no te va a llevar a ningún lugar. Vanessa y yo tenemos un prenupcial, y lo sabes, está medido todo al último centímetro. Voy a dejarla, pero no ahora —Se puso en pie y salió de la cama.

—Es que esto no va de mí.

—Mily, no empujes.

—Que no empuje qué, la verdad, el que me estás viendo con cara de idiota. Octavio, no voy a jugar más el "ella o yo". Simplemente terminamos, no quiero seguir siendo la otra.

—Claro, que estás jugando a "ella o yo", ¿qué va a ser esta vez? Rosas, diamantes o un auto.

—No soy una puta—me defendí de inmediato.

—Entonces compórtate como una dama. Sigo estando casado. Sigo preparándome para hacerme cargo de un imperio, sigo queriendo más de la vida y tú no puedes dármelo.

—Vanessa tampoco el problema no somos nosotras, el problema lo tienes tú y tu sensación de insignificancia, eres uno más en tu casa, uno más en tu carrera, eres tan poco que no puedes construir nada de cero, solo eres una persona más.

El amor se convirtió recuerdos.

Si les importa, fueron diamantes, directamente de la colección de su madre y tal vez una casa de playa, acompañado con otro de los tips de la vida de Olivia:

                   Qué triste debe ser prostituirse por amor.

Sí que lo es.

—¡¡Octavio estás borracho!!—gritó Sergio y Hans le empujó, no me di cuenta cuando se acercaba a mí le tomé de la mano y le pedí que se tranquilizara. Les dije a los chicos que tenían que bañarlo en la ducha y todos me vieron molestos.

El bebé del millonarioWhere stories live. Discover now