twenty four.

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BRIELLE MONROE

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BRIELLE MONROE.

Los siguientes días transcurrieron más aburridos de lo normal. Desde mi última conversación con Calvin, no hablé con ninguno de los chicos, exceptuando a Ryan, que en la universidad siempre me acompañaba de clase en clase hablándome de que estaba harto de los trabajos. Él era la única persona con la que no sentía tensión, evidentemente. Había follado con Nash una noche casi entera, había discutido con Calvin, me había besado con Jesse, y Isaac me había visto salir del cuarto de Nash toda despeinada. Tenía tanta vergüenza que estaba pensando en una excusa para no ir a jugar a los bolos con ellos el día sábado.

—¿Entiendes el básquetbol? —me preguntó Nailea.

—La pelotita tiene que ir al aro —respondí.

El jueves había decidido quedarme a ver el segundo partido de básquetbol de la universidad. El primero, que había sido hace algunas semanas, no me había quedado a verlo por culpa de una maqueta. Estaba muy ansiosa por ver a Nash a pesar de que lo estuve ignorando toda la semana, pero al menos ahí tenía una excusa para mirarlo.

Leandro, Nailea y yo nos sentamos en la esquina de las gradas más altas, bien apartados de las demás personas.

—Cuidado, experta —se mofó Leandro.

—¿Qué sabes tú de básquetbol? —le pregunté con tono desafiante.

—Cada anotación vale dos puntos desde la altura normal, mientras no sea un puntazo fuera del área y sean tres. A esos se les llama triples, obvio. No se puede dar más de dos pasos con el balón en las manos. Existen muchos tipos de faltas, la más común, por ejemplo, es el manotazo en el antebrazo...

—Vaya, no sabía que te gustaba el básquetbol —lo interrumpí, asombrada.

—No me gusta —dijo Leandro—, lo explicó el profe de educación física en la tarde.

Nailea se rio a carcajadas.

Cuando miré al frente me di cuenta de que en la cancha ya estaban los dos equipos rivales. Al ver a Nash, el estómago se me apretó de una forma desagradable y agradable al mismo tiempo. Era uno de los jugadores más altos, y según yo, el más guapo de todos.

Estaba en su posición, junto a las porristas, que estaban ocupadas echándose feas miradas con las del equipo contrario. Él se agitó un poco el cabello y miró las gradas. Entré en pánico y busqué algo en mi bolso para taparme la cara, opté por sacar un libro, pero antes de que lo lograra ya me encontró.

Se relamió los labios y asintió con la cabeza hacia mí, un hoyuelo hizo un pequeño asomo en una de sus mejillas. Lo único que hice fue empezar a acalorarme, porque, ¿cómo podía existir alguien tan hermoso?

Solo podía pensar en esos enormes brazos tatuados rodeándome por la cintura mientras...

La voz de Nailea me sacó de mis pensamientos.

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