fifty five.

1.6K 179 50
                                    

BRIELLE MONROE

Ups! Ten obraz nie jest zgodny z naszymi wytycznymi. Aby kontynuować, spróbuj go usunąć lub użyć innego.

BRIELLE MONROE.

Los chicos se quedaron mirándome con cara de «¿Qué acaba de decir esta?». Rodé los ojos y volví a mirar a Massimo, que seguía manipulando a Delya. No iba a mentir, eso me parecía bastante escalofriante de ver, así que me di la vuelta para irme de esa habitación.

Nash me siguió, me agarró de la muñeca y no tuve tiempo de reaccionar cuando me hizo entrar al cuarto de Calvin.

—Brielle —pronunció—, por favor.

—¿Por favor qué? —Fruncí el ceño.

—Por favor deja de torturarme —contestó—. Deja tu orgullo y bésame de una maldita vez, ¿sí? Hazme feliz con eso.

Observé sus ojos suplicantes unos segundos y no pude evitar sonreír con satisfacción.

—Me encanta cuando me ruegas, Nash —dije.

—Perdóname...

—Basta, ya me cansé de escucharte —lo corté.

—Y yo me cansé de esperar —contestó, estampando fuertemente sus labios contra los míos.

Fue tan brusco que nuestros dientes chocaron, pero no tardó en darle estabilidad al beso, volviéndolo adictivo y delicioso, provocando un cosquilleo en todo mi cuerpo. Al principio intenté resistirme, queriendo mantener mi orgullo intacto. Pero ¿a quién quiero engañar? Las ganas ya me estaban matando.

Nash me agarró de la cintura, apretándome contra él, queriendo que no nos separara ni un solo centímetro. Mandé mis sentimientos rencorosos a la mierda y rodeé su cuello con mis brazos, dejándome llevar, disfrutando de esa cercanía que tanto echaba de menos. Extrañaba sus besos desesperados y sus caricias llenas de deseo. Extrañaba todo lo que él podía hacerme sentir. Y al mismo tiempo eso me daba rabia, porque era mi maldita debilidad.

Sus manos acariciaban mi cuerpo, bajando por mi espalda hasta llegar a mis muslos descubiertos, de donde me tomó para levantarme del piso con una facilidad que me llegó a sorprender. Metió sus dedos bajo mi vestido para acariciar mis piernas suavemente, apenas como un roce. Eso me erizó la piel, y él lo notó porque dejó escapar una pequeña risa. Le mordí el labio inferior con fuerza en respuesta, apartándome un poco para respirar.

—Te odio —susurré—. Te odio por lo débil que me haces.

—Si así me lo demuestras, por favor nunca dejes de odiarme —contestó, y volvió a juntar nuestras bocas, incluso con más intensidad que antes.

Se dejó caer sentado en la cama, por lo que terminé encima de él, sin dejar de besarlo con todas las ganas que tenía desde hace tanto tiempo. Nash deslizó una mano por mi mandíbula hasta mi nuca, agarrando un puñado de mi cabello y jalándolo hacia atrás, obligándome a inclinar la cabeza para comenzar a besar mi cuello, atrapando pequeñas partes de mi piel entre sus labios, provocando que un jadeo abandonara mi boca ante esa acción que siempre había sido un punto débil para mí.

—No sabes cuánto te extrañaba, Brielle —susurró con voz ronca, su respiración agitada contra mi cuello me puso los pelitos de punta.

Subió por mi mejilla hasta llegar nuevamente a mis labios, sabiendo muy bien donde chupar y lamer a la perfección. Acarició mis piernas, metiendo las manos bajo mi vestido y levantándolo un poco hasta mis caderas.

Pero en ese mismo instante y de forma lamentable, una voz me hizo recordar que no estábamos solos en esa casa.

—Por último cierren la puerta —dijo Massimo.

Me aparté de Nash, que soltó un gruñido de rabia y apoyó la frente contra mi pecho. El pelirrojo se encontraba contra el marco de la puerta.

—¿Hace cuánto estás ahí? —pregunté.

—Un segundo, pero ya noté que se creen sopapos.

—Eres un idiota, Massimo.

—¿Qué prefieren? —preguntó él—. ¿Les toco el violín, les traigo condones o me uno?

—Prefiero que te calles —respondió Nash.

—Tus comentarios son tan desubicados —susurré, observándolo con los ojos entrecerrados.

—Eh, creía que entendías mi sarcasmo —protestó Massimo—. Y no me llames desubicado a mí, yo no soy el que tiene las manos descaradamente metidas en tu vestido.

Las sirenas de la policía acercándose interrumpieron la conversación, así que me levanté, acomodando mi ropa.

—Mierda —susurró el pelirrojo.

—Vienen los policías —dijo Ryan, asomándose por la puerta.

Massimo se acercó, me tomó por la cintura y me levantó del suelo en un brusco abrazo, agitándome un poco. Cuando mis pies volvieron a tocar el piso pude agradecer respirar de nuevo.

—Voy a robar una tienda de lujo y voy a enviarte recompensas por ser la mejor socia del mundo —dijo—, pero tampoco creas que me importas mucho.

—Tampoco me importas —respondí, sonriendo—. Adiós, ten cuidado.

—Tener cuidado es aburrido —contestó, y miró a Nash, enseñándole el dedo del miedo—. Chúpalo, fiera. Y tú también —le dijo a Ryan.

Entonces Massimo se acercó a la ventana y un segundo más tarde ya no estaba, solo oí el golpe que provocó al llegar abajo y luego sus rápidos pasos arrancando.

Miré a Nash, que seguía sentado, con los codos sobre las rodillas y moviendo las piernas de forma muy inquieta.

—¿Y Delya? —le pregunté a Ryan, saliendo de la habitación.

—Sigue ahí, está como en blanco —contestó—. Me da miedo, así que no me dejes solo.

Me reí a carcajadas. Ryan miró a Nash, que se puso de pie y se acercó a nosotros.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó.

—Esperar a que llegue la policía, supongo —respondí—. Escuchen, cuando ellos lleguen tenemos que actuar con inocencia. Yo voy a fingir estar muy asustada, Ryan, tú eres el más tranquilo así que finge estar como más relajado, pero no tanto como para parecer sospechoso. Y tú, Nash...

—Prefiero no hablar —respondió él—. Así que puedo fingir un estado de shock.

—Muy bien, un día me duermo siendo asesino y despierto siendo actor —comentó Ryan con cierta diversión—. En fin, tengo sed. ¿Quién me acompaña a buscar agua?

Fuimos los tres a la cocina, dejando a Delya sola en el segundo piso.

—¿Cómo mierda terminaste siendo amiga de un Jones? —me preguntó Ryan.

—Pues... Larga historia —respondí, suspirando.

—Es una historia muy buena, la verdad —comentó Nash.

Para ese momento las sirenas policiales se escucharon afuera y tocaron la puerta.

—Bien, recuerden todo —dije—. Esto puede salir muy mal o muy bien, pero no hay punto medio.

Ryan salió de la cocina para ir a abrir la puerta.

—Oye —dijo Nash en voz baja—, si sale mal, recuerda que te amo.

Sentí que el estómago se me apretó del miedo, pero sonreí.

—También te amo —contesté.

ErrorOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz