forty one.

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BRIELLE MONROE

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BRIELLE MONROE.

Como habíamos planeado, fue en la mañana cuando Calvin y yo partimos a Roswell.

Ya que no tenía la envidiable capacidad de leer en un auto sin llegar a marearme, lo único que hice fue dormir durante el viaje, pues últimamente no había descansado bien. Ni siquiera me di cuenta de cuando ya era de noche y llegamos a nuestro destino.

Calvin había comprado, bajo una identidad falsa, una cabaña de dos pisos en medio de un bosque de Roswell —cosa de la que yo no estaba enterada—. Su decoración era principalmente anaranjada, creando un contraste con la madera, rodeada de unas ventanas con cortinas negras. Había un salón con chimenea y un antiguo reloj sobre ella, una pequeña cocina y un comedor mucho más chico que esta. En el segundo piso había dos habitaciones y dos baños. Era un lugar perfecto para dos personas y, a decir verdad, bastante acogedor. Si no fuera por la compañía y lo que pretendíamos hacer, seguramente disfrutaría la estadía.

Las paredes y el techo de mi cuarto estaban bañados por una luz dorada, proveniente de una pequeña lámpara que colgaba del techo. Había una ventana a mi lado, por la que podía ver un montón de árboles en medio de la oscuridad.

Salí de la habitación al balcón, cubierta únicamente con un vestido rojo de pijama, pues hacía mucho calor, más si ya era verano. El piso de madera de la cabaña crujía al momento de dar los pasos, y gracias al silencio que había, se oía más fuerte e inquietante. Apoyé un brazo en la madera de la baranda y contesté mi celular, que había estado sonando durante un par de minutos.

—Hola —saludé.

—Escúchame bien —dijo la voz de Ryan—. Creo que acabo de cometer un gran error.

—No me digas que tiene que ver con...

—Sí, lo hice —respondió Ryan—. Pero no lo planeé bien. Es decir, estaba medio borracho y... Mierda, alguien que me ayude con esto, Dios.

De verdad lo había hecho. De verdad había ido a buscar a Jeremy para matarlo.

—¿Estás en Carmel? —pregunté.

—Ajá.

—Mierda, Ryan.

—Mierda doble, Bri.

—¿Y Nai? —pregunté, mordiéndome nerviosamente los labios.

—No lo sé, debe estar con tu hermanastro —respondió.

—Va a enterarse, Ryan.

—Lo sé.

—Y es mejor que se entere por ti.

—¿Qué? ¿Estás loca? —preguntó—. ¿Qué le voy a decir? Hola, Nai, le corté los brazos a tu...

—Shh —susurré—. No seas tonto.

—Mierda, Brielle, estoy asustado.

—Pídele ayuda al señor Becker —dije—. Estoy segura de que él no va a dudar en...

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