forty.

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BRIELLE MONROE

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BRIELLE MONROE.

—No me hables así —me reprochó el policía moreno que se encontraba frente a mí. Debía tener unos cincuenta años y, claramente, ya estaba aburrido de mi presencia.

—Yo hablo como quiero —respondí.

—¿Cuál es tu nombre?

—No me acuerdo.

—¿Cuántos años tienes?

—Diecisiete —mentí.

—Escúchame bien, niñita.

—Te escucho perfectamente —dije, cruzándome de brazos.

—Acabas de cometer un delito.

—No cometí ningún delito, yo solo quería ver a mi amigo —repuse con una voz forzadamente chillona.

—Voy a llamar a tus padres...

Aproveché esa oportunidad para ponerme a actuar y fingir que lloraba. Por eso me cubrí el rostro con las manos, forzando las lágrimas con todas mis fuerzas.

—Oh, no... Está llorando —susurró el policía, llevándose las manos a la cabeza—. ¿Por qué lloras ahora, niña?

—No tengo padres y usted me lo...

—Joder, solo dame el número de alguien que sea mayor de edad y que pueda venir a buscarte pronto, por favor.

Excelente. Como no me aguantaba más, me iba a dejar ir sin hacer nada con tal de librarse de mí. Le di el número de Calvin y el policía se fue de la celda en la que me había obligado a entrar, cerrando la puerta tras él.

Tomé asiento en una banca de metal que se encontraba en el pequeño espacio, pero era tan dura que me hizo doler el trasero, así que mejor me levanté y empecé a pasearme por el lugar. Cuando el fideos llegó, nunca me había sentido tan feliz de verlo.

El policía habló con él y le explicó la situación, mientras el rubio me miraba con una expresión de «no me jodas» en el rostro. Yo sonreía con inocencia, sin salirme del papel de la chica de diecisiete que chillaba porque no tenía padres.

—¿Tienes algún parentesco con la niña? —preguntó al acabar el uniformado.

—Es mi hermana chica —respondió Calvin.

—¿Puedo salir? —pregunté con voz falsamente melosa.

—Sí, espera... —El policía se quedó en silencio, medio asombrado, y no entendí su reacción hasta que estuve fuera de la celda.

La reja se había abierto solo con el pequeño empujón que le di, cuando en realidad el oficial tuvo que haberle puesto la tarjeta para lograr desbloquearla. Él tomó su radio y le habló.

—Posible falla en el sistema de las puertas, por favor revisen y tengan cuidado.

—¿Nos podemos ir? —inquirió Calvin.

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