twenty nine.

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BRIELLE MONROE

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BRIELLE MONROE.

Me sentía como en una maldita pesadilla mientras observaba la madera del ataúd frente a mí. No podía llorar siquiera, porque ya lo había hecho demasiadas veces hasta ese momento. Isaac, detrás de mí, me abrazaba por el cuello, jugando con mi cabello. Intentaba ignorar el llanto de la abuela de Nash, pero no podía, y eso me ponía los pelos de punta. Miré a Jesse, que estaba sentado en un sofá, con la cabeza apoyada en el hombro de Ryan, que a su vez la apoyaba en el hombro de Nailea. Calvin no había ido porque todos sabemos que era un cobarde de mierda.

¿Alguna vez has perdido a una persona que te gusta mucho? ¿Has perdido a alguien que te hace sentir increíblemente bien? ¿Has perdido a alguien a quien quieres mucho sin saber por qué? Es horrible. Arde y quema.

Salí de la casa, pues no quería estar ahí, teniendo el cuerpo de Nash tan cerca, pero a la vez completamente lejos. Nunca más lo iba a poder tocar, jamás iba a besarlo de nuevo, no podría pelear y reírme con él, nada, nunca.

Estaba nevando e imaginé lo que estaría ocurriendo en un momento más feliz. Tal vez estaría con Nash haciendo un muñeco, en California, o golpeándonos con bolas de nieve en plena cara.

Estaría con él.

Vi al poodle color canela revolcándose en el piso bañado de blanco, bastante contento. Me acerqué a él y me arrodillé en el suelo, acariciándolo.

—Hola, mi amor —saludé.

Él apoyó sus patas delanteras sobre mi pecho y lamió las lágrimas secas de mis mejillas, agitando la cola con alegría. Rasqué detrás de sus orejas y lo levanté del suelo, abrazándolo con fuerza. Cuando alcé la vista me di cuenta de que el padre de Nash estaba frente a mí.

Me sorprendía no ver una expresión de tristeza en su rostro. Parecía tranquilo y relajado, como si hubiese apagado todas sus emociones.

Suspiré, porque era tan parecido a su hijo, que dolía.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

—No lo sé. —Me encogí de hombros, presionando a Jonny contra mí.

El señor Becker pareció dudarlo, pero me abrazó por los hombros, acariciando mi cabello.

—Él te quería mucho —dijo en voz baja.

Apoyé la mejilla en su pecho, respirando el olor de un perfume muy parecido al de Nash. Sentía una presión en el corazón que no me dejaba ni siquiera llorar, estaba ahogándome.

—¿Está bien? —dijo.

Asentí con la cabeza y murmuré un débil «gracias».

Vivo por Jonny —dijo el señor Becker—, pero si te sientes muy sola puedes llevártelo.

—No. —Negué con la cabeza—. Es suyo, además no podré cuidarlo bien. Muchas gracias de todas formas, señor.

—No te preocupes —me dijo, sonriéndome un poco—. Por favor, Brielle, sé paciente. Todo toma su tiempo, el duelo también.

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