fifty three.

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MASSIMO JONES

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MASSIMO JONES.

Fue una completa sorpresa cuando a las afueras de la cafetería llegaron los chicos a rescatar a la rubia. Como era de esperarse si eso sucedía, Jakob se puso furioso. De partida, iba a tener que pagarme los cien mil dólares y además el asalto al jet también había salido mal. Entonces decidió que quería matar a cada uno de esos cinco chicos, y para ello necesitaba mucha información específica sobre ellos, como por ejemplo, dónde podría encontrarlos. Brielle era el blanco más fácil para secuestrarla e interrogarla, así que de eso me encargué yo.

Después de revisar las redes sociales de la chica, supe que le gustaba leer, tenía un gusto por ir a centros comerciales a hacer compras costosas y también adoraba el café. Por ello supe que sería bastante fácil encontrarla en el centro de Carmel.

Ese día de suerte seguí al Ferrari rojo, que quedó aparcado afuera de un local de bolos. Vi a esa linda chica rubia bajarse del auto y mirar el cielo con una curiosidad que me pareció cómica, para finalmente irse sin cerrar al distraerse con aquello.

Vaya, un muy pequeño error de su parte que me puso las cosas más fáciles.

Esperando a que el lugar estuviera vacío, fui y me subí al hermoso auto, acomodándome en el asiento trasero. La verdad es que esperaba dormir un rato, pero Brielle se demoró mucho menos de lo que esperaba en volver.

Ella se acomodó en su asiento. Olía demasiado bien y su cabello era largo y brillante. Parecía un puto ángel. No me fijé en lo que estaba revisando, solo me concentré en mi papel y puse la pistola contra su cuello después de que empezara a manejar.

Resultó ser muy ruda y valiente, justo lo que yo necesitaba. Era segura de sí misma y tenía la apariencia de ser inocente, pero era todo lo contrario. A través de sus ojos notaba que podía llegar a tener una mente muy retorcida, así que decidí tratar de confiar en ella.

En ese momento me había disparado, había chocado el auto y aún así seguía apuntándome con una pistola a la altura de la frente, con firmeza, seguridad, enojo y maldad.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó por segunda vez con voz brusca.

—Matarte... tal vez —contesté—. Información, sí.

—¿Y si yo te mato primero?

—Morirás luego, ellos no tardarán en venir —repuse en un intento de asustarla, encogiéndome de hombros, sin poder evitar hacer una leve mueca de dolor al hacerlo.

—¿Quiénes son «ellos»?

—Mi hermanito y sus amigos —contesté.

Y justo en ese momento, como si todo estuviera jodidamente planeado —lo que en realidad no sucedía, porque yo tenía que llamar a Jakob—, un furgón completamente negro apareció doblando la curva más cercana de la carretera.

ErrorWhere stories live. Discover now