forty three.

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CALVIN KNIGHT

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CALVIN KNIGHT.

Arrastré el cuerpo inconsciente de Delya por el piso para llevarla al auto, pues era mejor salir de ahí. A pesar de que era el bosque más profundo que había en Roswell, no estaba lo suficientemente alejado de la urbanización como para que no se escucharan los fuertes y desgarradores bramidos de esa mujer.

—Debimos haberlo hecho en la casa —susurró Brielle entre dientes mientras le vendaba la herida del brazo a Delya; la idea no era que muriera tan rápido.

—Era mucho más peligroso —contesté.

—Esta mujer está loca, Calvin.

—Ya me di cuenta —contesté—. ¿Tendrías la amabilidad de...?

Me quedé en silencio al oír sirenas policiales. Brielle miró alrededor y frunció el ceño.

—Joder, ¿te das cuenta de lo que hiciste? —me espetó, plantándose frente a mí y dándome un manotazo en el pecho.

—No es toda mi culpa, ¿bueno? —contesté con brusquedad—. Esta idiota acaba de confesar que mató a mi padre, Bri, no me iba a quedar quieto.

—Bueno... Dejémosla aquí —dijo ella, agarrándome de la mano—. No podemos perder tiempo en llevarla.

—Te voy a hacer caso solo porque no sé qué hacer —respondí, soltando el cuerpo de Delya y dejando que cayera al piso.

Brielle comenzó a arrastrarme entre los árboles y arbustos. Corrimos velozmente hasta que llegamos al sitio donde habíamos dejado estacionado el auto al llegar. La rubia se subió al volante y yo fui en el copiloto. Las sirenas policiales se escuchaban cada vez más cerca, lo que me ponía demasiado tenso, podía sentir los pelos de punta.

—Maneja con cuidado —dije.

—Sueña —contestó Brielle, encendiendo el motor del auto y poniéndose rápidamente la capucha y el pasamontañas.

Apenas pisó el acelerador, la adrenalina me atacó el estómago como si fuera un saco de boxeo. Hizo un viraje brusco, se metió en medio de unos arbustos y finalmente salió a la carretera en veinte segundos, la quinta parte del tiempo que yo demoré en entrar en ese bosque.

—Eres una maldita montaña rusa —gruñí, presionando los ojos.

—Me halagas —respondió.

Cuatro autos policiales ya estaban ahí y Brielle no tardó en pasarlos. Estuvo cerca de atropellar a dos policías que intentaron cruzarse, lo que provocó una respuesta igual de agresiva de parte de ellos; los disparos no tardaron en resonar en medio de la noche.

—Si morimos en esta, será solo tu culpa —comenté, aferrándome con fuerza a mi asiento—. Dios, esto fue ridículo. Partiendo de la idea de asustarla en su casa con ketchup para reemplazar la sangre...

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