Especial: Los cumpleaños que no fueron - 1era parte

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No espera a que la alarma la obligue a despertarse porque se caga en cualquier orden que demande la autora y se levanta como si tuviese cuatro resortes en la espalda que la enderezaron sobre el colchón. Deja que el frío de la madera de la habitación le impregne en los pies descalzos y camina casi bailando hasta el cuarto de baño. Siente una vibración extraña en el cuerpo que le genera alegría porque la extrañó durante los días pasados, y hace pis mientras mueve la cintura siguiendo con la música que escucha en su cabeza. Se lava los dientes moviendo los pies en un ritmo inventado y ensucia el vidrio con dentífrico, pero no malgasta tiempo porque hoy es su día –y porque su compañero aparecerá por detrás para limpiarlo.

De camino por el pasillo, pasa por la habitación de Bruna, a quien descubre despierta leyendo en voz alta alguno de los nuevos libros que le compraron. Reprime la risa cuando nota la puerta semi-abierta de la habitación de Santino y a él sentado en la cama con el pelo despeinado y la mirada fija en el colchón haciendo un trabajo sobre-humano para despertarse. Same, Tino. Pero ella no los molesta porque les permite tener el tiempo a solas que a veces no saben pedir, pero lo exigen con acciones. Entonces baja la escalera exagerando los movimientos de la cadera, como si estuviese protagonizando un desfile de celebridades. Pero se detiene un minuto porque siente algo raro en su aura, como si alguien la esté obligando a moverse, y mira hacia arriba. Sí, soy yo otra vez. ¿Qué querés que te diga? Estoy rendida. La idea es que el tiempo pase para que se olviden de ustedes, pero más pasa el tiempo y más necesitan saber qué están haciendo. Asi que dale, continúa. El último escalón lo baja de un salto y agarra el parlante bluetooth que dejaron en la mesa ratona del living. Quinoto estira las patas sobre el sillón al que supuestamente nunca le permitieron subir y la sigue hasta la cocina. Ella le convida con una galleta para los de su especie y después enciende la pava eléctrica y la cafetera. Saca el yogurt de frutilla de la heladera y lo sirve en los vasos plásticos. Introduce dos panes en la tostadora y después enciende el parlante. La introducción de la música de Illya Kuryaki & The Valderramas invade la cocina y ella se mueve con el rodete desprolijo rebotándole en un costado de la cabeza al mismo tiempo que baila textualmente "a mover el coolo, a mover el coolo, a mover el coolo, a mover el coolo". Después de la tercera repetición del estribillo, y de un perreo que casi le descoloca la cadera porque ya no estás en edad, da media vuelta y se reencuentra con Peter recién despierto sosteniendo a Santino en brazos porque todavía lucha contra su propio sueño.

―¡Buenos días! ―exclama contenta y ahora también mueve los brazos.

―Buenos días ―responde Peter y después bosteza. Por detrás de él pasa Bruna con el pelo suelto y un libro bajo el brazo.

―Cambien esas caras, che. Es mi día ―Lali sigue bailando incluso mientras saca las tazas de café de la cafetera y Peter prefiere no ver cuando el líquido vuelca.

―¿En todos tus cumpleaños vamos a escuchar la misma canción? ―le reprocha Bruna que corre un banco para subir y alcanzar su caja de cereales que está guardada en la alacena.

―No me quejo de que en todos tus cumpleaños nos pidas plata para tu alcancía, la cual ni siquiera tenés ―pero Bruna se ríe un poco― ¡Dale, bailá! ―y le agarra las manos para hacerla mover a su ritmo. Y Bruna se deja porque en todo la sigue― ¡Vos también, Tino! ¡Vamos! ¡A mover el culo! ―entonces Tino se desliza despacio por el cuerpo de su padre y después camina tranquilo hasta su mamá. Primero la mira a ella, después a su hermana, y luego flexiona un poco las piernas para mover la cola como si fuese un perro feliz. Los dos se ríen a carcajadas y después Lali lo abraza con todo el cuerpo― te amo un montón. ¿Ya te lo dije?

―Sí ―responde y, cuando ella lo suelta, él sube a una de las sillas de la isla esperando por su desayuno.

―Feliz cumpleaños, otra vez ―Peter le da un beso en la cabeza y después se ubica a su lado. Agarra una manzana y una banana de la frutera, al mismo tiempo que saca un cuchillo del cajón. Ella le sonríe y esboza un agradecimiento inaudible― ¿Cómo estás?

TREINTA DÍAS - 2Where stories live. Discover now