Especial: Cuidado, San Valentín

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¿Escuchan ese silencio? Es el sonido de la paz que emana la Editorial en un día común de trabajo en el que todos los empleados se abocan a sus tareas. Hay calma, hay serenidad, hay conversaciones tranquilas y cebadas de mates en algún rincón. Hay una Susana terminando de decorar con guirnaldas de corazones su escritorio y un empleado de seguridad muy concentrado en su trabajo arreglando las flores que acaban de traer tras un encargo. Es San Valentín, el día del amor, entonces hay muchas sonrisas, muchos llamados secretos en el ascensor, mensajes de textos que hacen reír y planes a organizarse para la noche. Bueno, obvio, en el caso de que tengas ganas de festejarlo, o de que tengas con quien (o quienes). Ay... –es mi suspiro; así suspiro yo cuando escribo, lectoras. Imagínense que largué un poco de aire por la boca y que no fue solo una insignificante onomatopeya– qué lindos son éstos días, ¿no? No, mentira. Lo odio, me da igual, no me interesan, puro marketing del malo porque encima todo lo que te ofrecen para regalar te dan ganas de vomitar. El suspiro en realidad es por la hermosa paz que hay en los rincones de la empresa y que puedo palpar desde éste lado del plano. Y si la disfruto tanto es porque soy la autora y sé que en menos de diez segundos la puerta aledaña a la de "Presidente general", esa que dice "Jefa de Edición", se va a abrir y todo será una hecatombe otra vez. A ver, contemos todas juntas. Uno... dos... tres; no me dejen sola. Cuatro... cinco... seis; Peter sale de la primera puerta. Hola, Peter. ¿Cómo estás? Siempre tan puntual. Qué linda te queda la corbata azul. De nada. Bueno, tampoco hacía falta que sonrías tanto, ya está. Siete... ocho... nueve. Y se abre la otra puerta. Eureka, Lali. Que conste en actas que si no te saludo es porque, además de estar ocupada hablando por teléfono, esa cara de culo no acompaña con toda la felicidad y la tranquilidad del día. Y muy amable de tu parte por ese fuck you que ya lo estaba extrañando –aunque sea el tercero del día.

−Me lo vas a seguir pidiendo y yo te lo voy a seguir negando –habla al celular mientras espera detrás de Rocío a que Fernando le entregue su bandeja con el almuerzo– porque no me importa lo que vos opines, porque es nuestra revista, nuestro blog y publicamos lo que queremos. Gracias, Fer –le sonríe y él le corresponde– ¿Tiene doble queso?

−Como siempre, capitana –responde; ella levanta el dedo gordo dándole el okey.

−No voy a modificar ninguna palabra porque ya fue publicado. Y no sé si te diste cuenta pero fue un artículo bastante aplaudido –continúa la conversación a medida que camina por entre medio de las mesas para llegar hasta la que ocupan todos los demás– ¿Recién ahora te das cuenta que fue una respuesta al artículo de tu editorial nefasta? –mete una pausa porque lo escucha– mil disculpas, corazón de sandía, pero yo siendo mujer y trabajando para un medio de comunicación no iba a quedarme callada –suelta la bandeja y cae tan fuerte sobre la mesa que Victorio se sobresalta y las arvejas que estaban en su cuchara se desparramaron en el aire– ¿Vos te crees que a mí me importa haber insultado a tu editorial? Tu editorial se insulta sola –se sienta en medio de Peter y Agustín. Le hace una seña a Gastón para preguntarle si puede robarle un par de papas fritas de su plato, a lo que él accede.

−¿Es por lo del artículo que publicó ayer? –consulta Victorio en voz baja y Peter asiente mientras corta su milanesa.

−Se enoja conmigo como si yo tuviese la culpa de que ellos sean unos dinosaurios anglosajones machistas anti-derechos –Lali deja el celular a un costado de la mesa y corta una porción de su milanesa napolitana especial.

−¿Ya cortó?

−No, sigue hablando –y se mete el bocado en la boca– ya lo fulmino, dénme un segundo... −mastica rápido, toma un sorbo de agua, se limpia la boca y toma aire antes de volver a pegarse el celular otra vez a la oreja– ¿Ya terminaste? No, no escuché nada de lo que me dijiste porque no me importa. No vamos a levantar ningún artículo y ustedes tampoco tendrían que hacerlo así la gente empieza a darse cuenta de la mierda que son, aunque si no se dieron cuenta hasta ahora yo ya no sé qué más mostrarles –arruga las cejas cuando del otro lado le responden– yo no te estoy culpando a vos, Marcos... aunque, bueno, si tanto te molesta nuestra publicación es porque habrás hecho algo, ladran Sancho. Pero alguien escribió ese artículo, alguien lo leyó, alguien lo avaló, alguien lo editó y alguien permitió que se publique y ese alguien no tiene su nombre al final. Porque si tan valiente sos de decir todo lo que dijiste, entonces da la cara. Yo respondí y mi nombre figura al final –y hace énfasis en el pronombre– ¿Vos no tenés hijas, acaso? Bueno, yo sí. Y las niñas no son madres, Marcos... son niñas. No quieren criar bebés ni amamantar, quieren jugar, juntarse con amigas e ir a la escuela. Me importa un culo lo que a ustedes les gusta o no porque llegué a un límite y voy a responder a todo lo que quieran corrompernos porque fue asqueroso lo que hicieron ¿okey? Ahora, si me permitís, estoy en mi horario de almuerzo y pedí una napolitana con doble queso que no quiero que se me enfríe. Un placer hablar con vos y espero que sea la última vez –sonríe falsamente y le corta antes de recibir una respuesta.

TREINTA DÍAS - 2Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon