Día once: ¡Me opongo!

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El living-comedor del departamento de Lali está cargado de cajas embaladas y escritas con fibrón negro aclarando el contenido. El sillón todavía está en su lugar, igual que la mesa, una biblioteca y los muebles que se encargará de trasladar el joven que viene incluído en el camión de la mudanza. Ella está terminando de guardar libros cuando Peter viene arrastrando una caja con las manos.

−Listo –dice después de reincorporarse y recuperar el aire– acá está toda tu ropa.

−Buenísimo. Gracias.

−La doblé bien para que pueda entrar toda. También la separé por color y por época del año. Los shorts están divididos de los jeans largos –y Lali lo mira con un libro en cada mano– lo mismo con las musculosas, las remeras, camisetas y camisas. ¿Qué? –porque se dio cuenta que lo estaba mirando fijamente.

−Te diste cuenta que no estás bien de la cabeza, ¿no? –pero él se ríe– no hacía falta que hagas tantas divisiones si después tiro todo en el placard y donde cae, cae.

−El nuevo placard va a ser compartido así que por el bien de nuestra relación vas a tener que mantenerlo ordenado.

−Una cosa es mantenerlo ordenado y otra muy diferente ser un esquizofrénico maniático que hasta acomoda en hilera las medias. ¿Me decís por qué haces eso?

−Me resulta mucho más fácil para encontrarlas. Vos las dejas tiradas por cualquier lado –la acusa y se pierde en la cocina.

−No, vos tenés un límite de exageración que ya es abrumante. ¿Probaste con empezar terapia? –ella habla al aire porque él no está. Pero cuando Peter regresa de la cocina, lo hace con un vaso de gaseosa en una mano, y en la otra una media que es de ella.

−Tomá, exageración –se la tira impactándosela en la cara y haciéndola reír. Evidentemente, Lali no es sinónimo de órden y lo sabe.

−¿Se puede pasar? –Victorio asoma medio cuerpo por la entrada del departamento, previo a dar dos golpes con los nudillos en la puerta.

−Sí, vení –Peter le deja el pase libre y Victorio tiene que esquivar varias cajas.

−Nos venís genial porque necesitamos más manos para bajar rápido las cajas –Lali levanta una– tendríamos que haberle dicho a los demás pero no pensé que tenía tantas cosas –pero cuando le pasa la caja a Victorio él la esquiva, sigue de largo y la caja implosiona contra el suelo– bueno, evidentemente no viniste a ayudarnos.

−Necesito un consejo –Victorio está nervioso y por eso mueve inquieto las manos– un consejo y también un par de ideas.

−¿Qué pasó? –Peter agarra un trapo naranja y limpia la tierra de los estantes de la biblioteca.

−Voy a pedirle casamiento a Candela –y los dos lo miran rápido connotando un montón de sorpresa– pero todavía no sé cómo hacerlo.

−¿En serio le vas a pedir casamiento? Te felicito –Peter lo abraza amigo y le da un par de palmadas en la espalda.

−Podrías empezar por no pasarle por al lado ignorándola y haciéndole tirar todo –le comenta Lali y él le pide perdón uniendo las manos– felicitaciones... −le dice después con una sonrisa de medio lado– ¿Qué es lo que te asusta tanto?

−Quiero proponérselo de una manera original y no caer en lo típico, pero me asusta que igual se dé cuenta y quiero que sea todo sorpresa.

−Antes que eso tendría que asustarte que te responda que no quiere –y Victorio la mira seriamente– ¿Barajaste algunas ideas?

TREINTA DÍAS - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora