Epílogo: Lo que va a pasar

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Julio. Semana doce. 3er mes de embarazo.

Lali tiene los ojos cerrados y presiona los párpados inquieta. Mueve la nariz y los labios. Tiene la cara hundida en la almohada y despierta porque hay algo que le está incomodando el sentido olfativo y el estómago. De a poco se reincorpora y se refriega los ojos porque toda la luz que entra por la ventana la enceguece, aunque las cortinas blancas contrasten la luminosidad. Hace ruido con la boca y vuelve a arrugar la nariz para percibir el olor que proviene de algún lado del que desconoce. Se acaricia la panza en círculos y después traga bastante saliva. Entonces tiene que sostenerse del colchón cuando siente un reflujo que le genera arcadas y debe salir corriendo al baño.

−¿Qué es ese olor horrible? –Lali cruza el living en bombacha y remerón, un poco despeinada y presionándose la nariz con dos dedos a lo que la voz se convierte en la de un personaje del Chavo del 8– ¿Sos vos...? –y en la cocina se reencuentra con Peter.

−Hola... –él se da vuelta cuando la escucha y le sonríe– ¿Qué te pasa?

−¿Qué estás cocinando, Peter?

−Nada. Puse a quemar unos morrones para que cambie el olor del ambiente.

−Sí, y lo lograste porque me desperté de lo horripilante que es. Es nauseabundo eso –y con la nariz tapada camina hasta la heladera en busca de un vaso de agua.

−Es para pelarlo pero también dice que el aroma tranquiliza el lugar –y sube un hombro porque en realidad no sabe si creerle a esa teorías que alguna vez le contó su abuela.

−Será tranquilizante para vos porque mi cría en su ambiente me está haciendo vomitar –y toma un sorbo largo de agua– ¿Hablaste con Luis?

−Sí, ya reservó una mesa para todos a la noche –le cuenta con una sonrisa diminuta y ella se la devuelve– ¿Estás nerviosa?

−Un poco... pero va a salir todo bien –Peter asiente y cuando pasa por al lado de ella en dirección a la heladera, le besa un costado de la cabeza y también arrastra una mano por la panza para hacerle un mimo– ¿Sabes lo que me genera más miedo, quizás?

−¿Qué?

−Que de tanta emoción, nuestras madres se desmayen, Pitt –y es tan gestual al decirlo que él ríe un poco.

Cuando Lali y Peter terminan de canalizar la noticia, toman conciencia y asumen que se convertirán en padres, deciden tirar ese listado pautado por diferentes ítems de lo que debían hacer en cada mes próximo. Todo iba a ser mucho más fácil, simple y divertido si lo dejaban fluir. Entonces conviven con alegría y en secreto la noticia, hasta que por fin llegan al tercer mes de embarazo y Nancy, la obstetra, les comunica que todo está en perfectas condiciones como para anunciarlo a las familias. Entonces Peter programa una cena multitudinaria con padres y amigos en el restaurante de Luis con la excusa de que quieren compartir una cena porque en breve tiene que hacer un viaje laboral por tiempo indeterminado. Y mirá si percibirá cuánto lo quieren que ninguno se niega y ese sábado a la noche se reencuentran todos en el lujoso restaurante para compartir una mesa redonda, un buen vino, algunas jarras de agua para las que no pueden ingerir alcohol y el plato de la jornada: ñoquis con salsa Bolognesa. A medida que van llegando, se acomodan en la mesa eligiendo cualquiera de las sillas porque lo bueno de que el grupo de amigos haya entablado relación a pesar de los diferentes mundos de los que provienen, es que se quieran y se lleven tan bien. Por eso Eugenia llegó en el auto de Victorio junto a Candela que la pasaron a buscar por el centro de estética cuando terminó con todos los turnos. Su panza había crecido cuatro semanas más y estaba más redonda que la última vez. Rocío llegó caminando y se encontró con Agustín en la esquina en la que esperaron a Gastón que tuvo un viaje extenso en colectivo. Lali y Peter ya estaban en el restaurante cuando ellos entraron y se acercaron a la mesa reservada. Beto y Helena se comunicaron por mensaje para avisarles que tuvieron una controversia en la ruta por un accidente que demoró el viaje pero que en menos de cuarenta minutos estarían cantando presente. Después llegó Claudia con sus anteojos de sol –aunque ya eran las nueve de la noche– y una cartera cancherísima colgada del hombro. Saludó con una sonrisa a Juan Pablo cuando lo vio salir de la cocina al cruzar la puerta vaivén. Peter los observó desde donde estaba ubicado y una sonrisa se le desprendió al poder ser testigo de la relación que ambos pudieron mantener incluso después de haberse separado por sus universos tan opuestos que no pudieron congeniar.

TREINTA DÍAS - 2Where stories live. Discover now